[Reseñas] Robin, hijo de Batman núm. 2

Portada de Robin, hijo de Batman núm. 2

Edición original: Robin: Son of Batman núms. 8 a 13
Fecha de salida: Octubre de 2016
Guión: Patrick Gleason, Ray Fawkes
Dibujo: Patrick Gleason, Ramón F. Bachs
Formato: Tomo rústica, 144 páginas
Precio: 13,95 €

Cuando hablamos de Robin todos tenemos en mente a uno en concreto, uno favorito, o incluso la idea de que Batman funcionaría mejor sin Robin. Sin entrar en si eso último es cierto o no, cosa que dependerá del punto de vista de cada uno y que para mí Robin es una pieza fundamental de la mitología del Caballero Oscuro, es innegable que cuando vamos un paso más allá, cuando concretamos y nos referimos al hijo de Batman, es un único chico maravilla el que se nos pasa por la cabeza: Damian Wayne.

Después de descubrir que quiere estar a la altura del legado de Batman y no de Ra’s al Ghul, de sacrificarse por salvar el mundo, morir a manos de uno de los clones modificados que hizo su propia madre y regresar para volver a las calles de Gotham, Patrick Gleason tomó las riendas del personaje para darnos una cabecera en solitario de corto recorrido de la que ya os hablamos hace un tiempo por aquí.

«Robin, hijo de Batman» continúa con este segundo y último volumen que nos trae ECC y con el que se pone fin a una historia centrada en enmendar los pecados del pasado y dejar atrás lo poco que le queda de los Al Ghul. Damian quiere evolucionar, resurgir y hacerlo a siendo digno de un padre al que admira y respeta, aunque no siempre sepa como demostrarlo. Y todo ello después de haberse visto inmerso en «La Guerra de los Robin» y el enfrentamiento contra Madre junto a sus hermanos en «Batman y Robin eternos».

No obstante, este cómic empieza antes de que «Batman y Robin eternos» llegue a su epílogo y todavía cuenta con un Batman que no es Bruce Wayne, por lo que Robin se siente perdido y solo, con la responsabilidad de cuidar de Gotham en solitario… al principio. Ya sabéis, Batman y Robin nunca morirán.

Robin, hijo de Batman #8El primer número nos presenta una historia en la que Damian le cuenta a Alfred cómo fue a expiar uno de sus pecados para evitar convertirse en el hombre que su madre quería que fuera. El hijo de Wayne y Al Ghul eligió hace tiempo su camino y está en vías de encarrilarlo todo. La historia, con un flashback dentro de un flashback, nos sirve para conocer algo más sobre el viaje de descubrimiento que hacen Robin y la nueva Nadie, aunque lo interesante del tomo viene más adelante. Ese viaje continúa aún en el siguiente número, en el que se nos muestra que Bruce aún sigue anmésico aunque no hubiera sobrado una explicación adicional para aquellos que no siguen la cabecera principal de Batman.

Una vez terminado ese recorrido por una Gotham sin el verdadero Batman, enfrentamiento contra villanos y juramento de Goliat frente a la Batseñal incluido, empieza la verdadera historia del tomo y el final de la cabecera: los Lu’un Darga regresan para clamar venganza y poner de rodillas al mundo, incluso si para ello deben acabar por el camino con los Al Ghul. Lo que pasa es que esta vez, igual que Damian es el que carga con el legado de sus padres, el joven Suren Darga es el que se presenta como sucesor de Den Darga para exterminar la vida del planeta. Así que se plantea un duelo de legados, de hijos que deben lidiar con los deseos de sus padres o alzarse por sí mismos, de jóvenes testarudos capaces de llegar hasta el final para demostrar que tenían razón o morir en el intento. Y es aquí donde Patrick Gleason consigue su mayor acierto. Hasta ahora Damian se había enfrentado a los villanos heredados de su padre, incluso la aparición de Nadie en «Batman y Robin» y posteriormente la de su hija en el tomo anterior al que nos ocupa tenía relación con el Caballero Oscuro. Pero Suren Darga es otro tema, heredero de Den Darga que busca restituir reliquias y artefactos para desencadenar el fin del mundo, explorándose así las rivalidades entre los Lu’un Larga y los Al Ghul por el control del mundo.

Ambos deberán decidir si aceptar el destino impuesto por sus antecesores o labrarse uno nuevo a partir de sus propias decisiones, siendo así esta una historia de madurez para los personajes, una forma de que Damian pueda enmendar los errores de su pasado e intentar ayudar a otros a seguir por el mismo camino. Eso o al menos evitar que eliminen la vida en la Tierra. Y todo junto a Batman, Talia, Maya y Goliat formando un peculiar equipo de élite que difícilmente volveremos a ver trabajando juntos.

Robin, hijo de Batman #8A los lápices tenemos principalmente a Ramón F. Bachs, encargándose Patrick Gleason únicamente del número nueve del tomo. Bachs destaca por un dibujo bien hecho, con cierto toque de caricatura y exageración en las expresiones para enfatizar emociones que puede llegar a recordar al manga en algunos momentos. Buenas proporciones en los personajes, posturas más que correctas, un acierto en los rasgos propios y característicos de cada personaje y una representación del movimiento acertada que insufla vida propia al cómic y aporta un dinamismo muy destacable. Los fondos son algo más testimoniales, apareciendo de vez en cuando pero sabiendo cuándo son necesarios y cuando se puede prescindir de ellos. En cualquier caso, cuando los hay están bien dibujados.

La estructura cumple con creces, al aportar mucha variedad y cambios en cada página sin llegar a hacerse pesado ni aburrido. De hecho, está tan bien llevado que ayuda a crear un dinamismo mayor y la lectura fluye por sí sola, haciéndola más amena si cabe y nada confusa en el orden de las viñetas (que también tienen diferentes formas y utilizan de vez en cuando superposición entre ellas). Además, el dibujante utiliza muchos cambios de punto de vista y de plano, por lo que hay mucho movimiento.

Los colores del cómic nos recuerdan bastante a la estética de «Batman y Robin», por lo que esa atmósfera de un cómic de Batman sigue presente pero con los matices que un personaje como Robin aporta. Hay mucho negro y oscuridad en la que destacan algunos colores como el rojo, pero en todo momento va con el contexto de la historia y el personaje.

Es una pena que después de estos 13 números la serie llegue a su fin, porque Gleason ha sabido crear con esta colección un fantástico sucesor espiritual de la etapa de «Batman y Robin» que dibujó cuando Peter J. Tomasi escribía el guión. El protagonismo que recae en Damian ha sabido gestionarse pese a algún pequeño traspiés (la cabecera tardó en arrancar) y los nuevos personajes introducidos merecen algo más de desarrollo en el futuro más que caer en el olvido, aunque ya veremos si alguien decide retomarlos o no. Por ahora sabemos que Damian volverá a ser el protagonista de una colección junto a Jon Kent en «Super Sons», así que estaremos esperando a que llegue por aquí. En definitiva, una buena colección que se aleja de eventos y casi puede leerse de forma independiente (son necesarias pinceladas de otras colecciones para entender algunos sucesos) que consigue hacer brillar a Damian y encarrilarlo para una nueva vida como el heredero de su padre, el hijo de Batman, Robin. Pero esta vez, como Robin mereciendo serlo.

 

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