‘Rogue One: una historia de Star Wars’ – A la segunda va la vencida

Rogue one

En una galaxia muy, muy lejana un malvado emperador impone su ley. Un reducido grupo de rebeldes no se resigna a la dominación. Desde las sombras conspira para devolver la libertad a los pueblos. En una galaxia sin jedis, solo ellos se interponen entre el Imperio y un arma capaz de destruir planetas.

En Rogue One: una historia de Star Wars el realizador Gareth Edwards nos traslada a una aventura entre las películas La venganza de los sith y Una nueva esperanza. Esto es, entre los episodios III y IV de la saga ideada por George Lucas y ahora en plantilla de Walt Disney Pictures. Y sale airoso del lance.

La trama se ve salpicada por guiños continuos a las películas originales. Tanto pequeñas escenas pensadas para los más adictos a la Fuerza como secciones completas de guión beben con fruición de los icónicos precedentes. El producto acabado roza la fina línea que separa el homenaje del pastiche de ideas recicladas.

Rogue one Forest Whitaker

Gareth Edwards mantiene el pulso firme y logra dotar de gancho propio a Rogue One: una historia de Star Wars. Su habilidad tras la cámara le ayuda a recorrer el tejado sin caer hacia ninguna de las vertientes. Se sobrepone así a uno de los principales defectos de El despertar de la fuerza, su inercia a revisionar sin pudor.

El metraje incluye momentos humorísticos ligeros. Por timidez no estorban el visionado ni sobresalen por encima de lo importante, pero al tiempo con dificultad extraerán carcajadas del espectador. Por momentos el guión de Chris Weitz y Tony Gilroy se niega a saltar al vacío y afrontar las consecuencias.

La película triunfa sin paliativos en el apartado técnico. Impresionantes naves espaciales dando quiebros imposibles, total realismo en las batallas de campo abierto -con notable diseño de escenarios- y caracterizaciones de personajes, bestias y máquinas notables.

Rogue one Felicity Jones

Con dos secciones diferenciadas, un primer apartado con mayor peso del diálogo da paso a una segunda mitad plagada de acción. Pese a la lluvia de disparos la atención del espectador se mantiene por un dominio certero del género. Los stromtroopers continúan necesitados de lecciones de puntería, eso sí.

La elección de Felicity Jones como protagonista se erige en acierto. La actriz expresa emociones intensas desde la contención propia de una guerrera buscavidas en una galaxia en guerra. Guía la acción con solvencia, ayudada por un Diego Luna capaz de reflejar en sus gestos las contradicciones internas de su personaje. El dúo triunfa desde los primeros compases.

En cambio el elenco de personajes secundarios flaquea. Correcto y logrado Ben Mendelsohn; Donnie Yen y Jiang Wen aparecen de la nada para quedarse, sin trasfondo, pasado o motivaciones sólidas. Se rehuye la indagación en ellos. Lo mismo sucede a Forest Whitaker. Su papel circunstancial queda enterrado como sub-trama de interés en beneficio del monólogo de Jyn Erso.

Rogue one Diego Luna

Caídos del cielo estrellado, los secundarios de Rogue one: una historia de Star Wars se resignan al rol de comparsa oportuna. Incluso el droide estratega K-2SO sostiene mejor su personalidad distintiva y su coartada en la aventura que buena parte del reparto en carne y hueso.

Como necesario y bien conducido enlace entre el final de La venganza de los sith y Una nueva esperanza, la película funciona y se hace querer. Incluso los puristas de la saga admitirán el valor de este ‘episodio tres y medio’ sobre el conjunto. También en términos comparativos con la reciente El despertar de la fuerza hallamos sorpresas y placeres.

Bien estructurada y con mayor calidad cinematográfica que algunos de los productos de Lucasfilm en el pasado, Rogue One: una historia de Star Wars vadea sus taras e impacta en su objetivo. Walt Disney Pictures apuesta con decisión por sumergirnos en Star Wars cada Navidad. Por ahora las cartas le son favorables.

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