Reseña “Batman: Falsos rostros”: La máscara del hombre y del murciélago

Reseña “Batman: Falsos rostros”: La máscara del hombre y del murciélago

Brian K. Vaughan viste de Shakespeare al Hombre Murciélago en “Batman: Falsos rostros” para profundizar acerca de la doble personalidad de Bruce Wayne. ¿Quién es el hombre que está bajo la máscara? ¿Quién es la máscara que está bajo el hombre? El diablo, esta vez, va vestido de murciélago.

Es curioso cómo la memoria selectiva de los individuos permuta un determina recuerdo, como cuando las nubes van moviéndose y transformándose de una compacta y esponjosa mancha blanca a una figura animal. De un tiempo a esta parte, Brian K. Vaughan se ha convertido en uno de los guionistas más admirados del siglo XXI en el mundo del cómic. Sus actuales trabajos para Image Comics junto a Fiona Staples (Saga) y Cliff Chiang (Paper Girls), sobre todo el primero de ellos, lo han catapultado a un estatus de precisión creativa casi absoluto. Verlo pasearse asido a un Eisner o un Harvey en las entregas de premios del Noveno Arte es una cita anual infalible. Reconocimiento absoluto a un hombre al que el público ha encumbrado, junto a Robert Kirkman, como el gran guionista de cómics independientes. Ajeno a las dos grandes editoriales, vamos: DC Comics y Marvel Comics.

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Sin embargo, todos tenemos un pasado. Hasta Vaughan. Y un inicio, por supuesto. Y en aquellos primeros pasos, el historietista de Cleveland no fue ajeno a la necesidad de labrarse un nombre dentro de la industria. Y para ello no hay mejor catapulta que una de las grandes. No hay que olvidar tampoco que dos de sus más aclamadas historias, Y, el último hombre y Ex Machina, fueron publicadas por el sello adulto de DC Comics, Vertigo. Pero si el otro día os hablaba sobre Doctor Extraño: El juramento, cómic de Marvel escrito por Vaughan e ilustrado por el español Marcos Martín, hoy os voy a reseñar una de las primeras historias que el guionista fue acuñando en sus inicios. Ahora sí, como soñó Kurt Busiek, recopilada con el título Batman: Falsos rostros y publicada por ECC Ediciones en la línea “Grandes Autores de Batman”. ¡Al lío!

“Batman: Cerrar antes de encender”: Brian K. Vaughan extrapola su pasión por Shakespeare sobre la vida del Murciélago de Gotham.

Antes de comenzar con la reseña hay que advertir al lector de que el tomo publicado por ECC Ediciones en España con el título de Batman: Falsos rostros recopila una serie de historietas sueltas en un solo volumen. Por lo que, a partir de aquí, iré reseñando y hablando independientemente de cada una de las situaciones a las que Bruce Wayne debe hacer frente por culpa de la pluma de Vaughan. La primera de ellas lleva el título de “Batman: Cerrar antes de encender” y coloca a un personaje conocido como Cerillas Malone en el epicentro de la acción. El protagonista de la trama. Esto no es algo exclusivo en el imaginario del guionista de Cleveland. Vaughan siempre ha infestado sus obras de secundarios, dándoles un protagonismo casi absoluto (paradójicamente) y posicionando a aquellos que no suelen tener voz en el punto de mira. Lo hizo con Doctor Extraño: El juramento (véase Wong y la Enfermera de Noche) y con su aportación a la colección de La Cosa del Pantano (véase Tefé Holland, la hija de Alec y Abby).

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Para el que no esté acostumbrado al Universo de Batman en DC Comics, Cerillas Malone es uno de los álter egos que utiliza Bruce Wayne para infiltrarse en el hampa gothamita y así poder recabar información de los mafiosos que pueblan los garitos de la ciudad del Hombre Murciélago. Sin destripar la historia, que es algo que nunca voy a hacer en mis reseñas (o al menos evitarlo con fervor), Vaughan aplica con inteligencia el juego de luces y sombras sobre, para mí, el mejor personaje que ha dado la historia de la literatura: Batman. Las capas y aristas que desprende ese niño solo en un callejón (el del crimen, para más inri) junto a los cuerpos ensangrentados de sus progenitores se subliman con precisión de cirujano en “Batman: Cerrar antes de encender”, dotándolo de un prisma de realidad supremo en el que todo y nada es verdad y mentira al mismo tiempo. La historia no es nueva. Bebiendo de la máxima shakesperiana (a la que Alan Moore también dio un uso tremendista y efectista en V de Vendetta), el telón de esta obra de teatro se cierra con un arco argumental en tres números en los que la moraleja desprende el magnífico aroma de Hamlet. “¿Cuántas veces, con el semblante de la devoción y la apariencia de acciones piadosas, engañamos al mismísimo diablo?”. Esta vez, el súcubo tiene forma de murciélago. O de Cerillas Malone. Pero nunca tiene el rostro de un humano. Nunca, en ningún momento, tiene la firma de Bruce Wayne. La firma del hombre detrás de la máscara.

“Batman: Misébiles estaban los borgoves”: El inefable uso de la cultura popular (y literaria) asociado a la construcción de los mitos lisérgicos del Cruzado de la Capa.

Si Vaughan ha demostrado, con el paso de los años, algún tipo de técnica creativa esa es la del uso de la cultura popular en sus magistrales construcciones. Ya sea con elaboraciones propiamente suyas o con personajes ya existentes en el imaginario colectivo (y sujetos, por tanto, a restricciones editoriales palpables), siempre ha habido un apartado muy importante en las tramas de Vaughan para lo pop (que no pulp). Fablistanón. Guirigayero. Jerigóndor. El flonstluo. Galimatazo. Jabberwocky. No es que haya perdido el juicio o esté intentando escribir el apellido de algún futbolista polaco o se me haya metido una miga de pan en el teclado. Ahora os lo explico.

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“Jabberwocky” fue un poema sin sentido escrito por el legendario Lewis Carroll que incluyó en su obra Alicia a través del espejo (1871). Con el uso del sánscrito como elemento misterioso de índole detectivesca para darle forma a la aparición de Batman, el Hombre Murciélago solo necesita un momento de respiro para dar con la tecla: el Sombrerero Loco. Jervis Techt. Este personaje fue creado en 1948 por Bob Kane y Bill Finger y es uno de los muchos villanos del Hombre Murciélago que tienen algún tipo de trastorno psicológico. Mediante este poema (descifrable pero sin sentido), Jervis, Manbat y un psicólogo de Arkham, Batman debe hacer frente a una terrible realidad: no está allí para ayudar a los enfermos mentales, sino para evitar que estos hagan daño al resto de la sociedad.

“Wonder Woman: Un trocito de ti”: Siempre quisiste ver a Diana Prince peleando en el barro, pero esto no es lo que imaginaste.

Este pequeño arco argumental en la serie de Wonder Woman (incluido aquí en el volumen Batman: Falsos rostros) está compuesto por dos capítulos y lleva el nombre de “Wonder Woman: Un trocito de ti”. En esta ocasión, reconozco que Vaughan no está a la altura de las expectativas. Conforme pasaron los años, el historietista estadounidense logró una de las facultades (o virtudes) que más admiro de él: un hombre que sabe definir muy bien a una mujer. Incluso puedo atreverme a decir que las comprende (por lo que personas del sexo femenino me han llegado a decir tras echarle un vistazo a su obra). Sin embargo, “Wonder Woman: Un trocito de ti” acaba siendo esa típica historieta protagonizada por superhéroes que, dicho sea de paso, nunca vienen mal de vez en cuando. Para respirar.

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Esta morfina creativa de Vaughan pone a Diana Prince en el punto de mira de un villano usualmente gothamita: Clayface. Barro contra barro. Verás a Wonder Woman peleando en esta superficie, pero no es lo que esperabas. Debo añadir que, si bien la historia no acaba siendo todo lo que Vaughan es capaz de ser, “Wonder Woman:  Un trocito de ti” es justificable desde el punto de vista editorial porque tuvo que ajustarse a lo que debía ser la colección de la Princesa Amazona en tanto en cuanto que no podía obviar la herencia actual ni el contexto creativo en el que se situaba el personaje. Olvidable, pero divertida. Para momentos de necesidad superheroica amazónica.

“Batman: Entre calaveras”: Cóctel de villanía.

La última historieta que compone el volumen de Batman: Falsos rostros se titula “Batman: Entre calaveras”. Esta historia cortísima (apenas son un par de páginas) nos presenta a un personaje denominado Esqueleto y nos trae al tándem original de Y, el último hombre: Brian K. Vaughan y Marcos Martín. En apenas unas cuantas viñetas, guionista y dibujante consiguen trasladarnos su particular punto de vista sobre el elenco de villanos que componen el Universo Batman en DC Comics y que tan famoso se ha hecho con el paso del tiempo.

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Joker, Enigma y Mr. Frío son los personajes que sirven al guionista de Cleveland para lanzar el órdago de presentación de Esqueleto, quien se presenta como una especie de cóctel necesario para efectuar un ataque preciso al Hombre Murciélago. Sin enfrentamiento alguno ni desarrollo de personajes o de historia, Batman: Entre calaveras se queda en el aire. Como una promesa por cumplir, pero en forma de premisa. Como una idea interesante que acabó en el cajón de detritos de la editorial. A la espera de algo. O de alguien.

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