La perfección
La perfección es una de esas películas cuya naturaleza y mecanismos, efectistas y tramposos, te llevan directamente al disfrute o al bochorno. Personalmente soy muy poco amigo de las películas de guión delirante (éste lo es, y mucho), que me hacen la trampa y ni siquiera se esfuerzan en ser sutiles. Nada en esta película lo es. Y, sin embargo, me ha gustado.
Escribo en caliente, pero me atrevería a decir que me funciona por dos motivos esenciales. El primero, sus dos protagonistas, Allison Williams y Logan Browning, junto a Steven Weber, que da vida al mentor de ambas. El segundo, que Richard Shepard, director y co-guionista de la película, va sin vergüenza alguna con el relato. Hubiera sido fácil darle un giro cómico, buscando la complicidad del humor negro, y tentador tomárselo demasiado en serio para justificar los temas jevis que maneja. Esquiva esas dos balas con bastante entereza y lo que queda es una especie de cuento de terror que perfectamente hubiera podido ser parte de aquel Grindhouse de Tarantino y Rodríguez.
Para no destripar mucho, porque parte del juego son los sucesivos giros bruscos que plantea la película, diremos que todo arranca con Charlotte (Allison Williams), una antigua promesa del cello que, tras pasar diez años cuidando de su madre enferma, retoma el contacto con su mentor y conoce a la nueva joya de su prestigiosa academia, Lizzie (Logan Browning). La película no oculta que Charlotte ha pasado más de lo que los demás creen durante ese periodo y que algo puede no funcionar muy bien en su cabeza.
A partir de aquí comienza la trampa. La perfección es la clase de película que oculta deliberadamente información que conocen sus protagonistas pese a que estemos viviendo la historia desde su punto de vista. La única justificación para ello es el engaño puro y duro al espectador, que piense que está viendo una peli para, acto seguido, REBOBINAR y mostrar la realidad al completo. Y cada una de las veces que se revela una nueva verdad, ésta añade un elemento terriblemente grotesco a la trama.
Personalmente, porque creo que la película no pretende hacer ninguna tesis realista ni elevada sobre los temas que maneja, sino que lo aborda más desde el género puro y como mera excusa para la propia trama, no veo demasiado problema en ciertos recursos trillados en la ficción, que forman parte de la carga que arrastran los personajes, y que hoy forman parte del debate público, pero entendería perfectamente que se le hiciera una crítica razonada al respecto.
Sea como fuere creo que, como decía al inicio, la falta de prejuicios y de pose de su director/guionista, pese a algunos recursos de montaje tosquísimos, y el genial trabajo de sus actores, sobre todo Allison Williams, que es un prodigio siempre, junto a un apartado técnico muy solvente, pueden hacer este disparate perfectamente disfrutable sin necesidad de hacerlo desde la ironía ni buscándole tampoco un “mensaje”. Ninguna genialidad pero si algo refrescante en el tradicionalmente inocuo y desangelado catálogo de producción propia de Netflix.
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