Festival de Cine Europeo de Sevilla (y III)

Terminamos la cobertura — espaciada, pero segura — del Festival de Cine Europeo de Sevilla 2016, y os recordamos que podéis visitar la primera parte aquí, y la segunda, aquí.

Por Manuel Vila

Ma Loute (Bruno Dumont, 2016)

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La familia Van Peteghem decide pasar sus vacaciones de verano, en la costa francesa, donde el cabeza de familia André Van Peteghem ha diseñado y construido una casa de aspecto exterior parecido a un pequeño templo egipcio. Allí conocen a los pueblerinos, y en concreto a la familia Brufort, de cuyo hijo, Ma Loute, se enamora la sobrina Billie. También por allí andan dos detectives, Machin y Malfoy, intentando resolver un caso que a primeras parece imposible de resolver…

Se respira desde el principio un ambiente de guerra, de principios de nuevo siglo. La gente del pueblo explotada, cobrando una miseria por trabajos agotadores, colisionan con la nueva ola de nobles y ricos despreocupados que solamente buscan de allí tranquilidad. Esto en la puesta en escena deviene en momentos humorísticos de golpe y caída con la violencia practicada y que investiga la policía, contagiándose de ella. La física para los detectives y los pueblerinos; la psicológica se practica en la familia Van Peteghem, donde las riñas y odios entre parientes son constantes, y Billie sufre indecisión sobre su aspecto físico vistiendo ora mujer, ora hombre, cosa que su madre no termina de aceptar.

El gag de Machin cayéndose de culo, se ve cortado en la inmediata escena por el conflicto de Billie con la música y primer plano más dramáticos imaginables, alcanzando una reinterpretación de la historia y el cine en sus años de infante, que además de funcionar, es similarmente puro, y no se deja impregnar por el cinismo tan abundante de esta nueva nostalgia en lo que llevamos de s. XXI.

The happiest day in the life of Olli Mäki (Juho Kuosmanen, 2016)

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La vida de Olli Mäki se mueve por la fuerza inasequible al desaliento que representa el callar y otorgar. Sin saber muy bien cómo se ve envuelto en la pelea del siglo representando a su país, para tratar de arrebatarle el título mundial de peso pluma a Estados Unidos. No está planificada así, pero se siente el presente sudoroso como si estuviéramos viendo planos secuencia. Andamos perdidos junto al protagonista que se deja llevar por su instinto y su cabeza dura, no queriendo ceder terreno a lo primordial para su carrera, pues lo entiende como otro trabajo más y no confía en ser leyenda. Él quiere estar libre para perderse en el romance con Raija, no echar esas horas maratonianas de entrenamiento para que acontezca el milagro que todos los allegados y hombres de poder proyectan en él.

Así las cosas, Olli va perdiendo las ganas a cada momento que su novia no comparte pantalla con él y salga corriendo hacia la estación de tren, o que su entrenador y amigo le oculte cosas en un on-cámara para nosotros, off-cámara para él. Garantizándoles sabiamente Kuosmanen algo de protagonismo y exposición sí, pero también dejándoles perdidos y sin saber a qué sentimiento agarrarse. Es entonces hacia el final cuando el reparto vuelve a compartir momentos íntimos en los encuadres, que entienden sus verdaderas necesidades, y todo culmina en esa ansia por vivir y enamorarse que toda esa gente ajena poblando las secuencias anteriores, parecían arruinar.

Lo que ha dado de sí este SEFF 2016

El año pasado terminé el festival hablando de los uno y mil micro problemas de servicio que iban acumulándose día tras día. Para gracia de todos los usuarios, este año ha sido al contrario. Si había retrasos en las primeras sesiones, acabamos el festival con proyecciones y entrevistas cronometradas, gestión de colas eficientes, y los micrófonos no podían escucharse más nítidos. Redondeando, sería la monda si el año que viene se vuelven locos e instalan una cámara para grabar y hacer accesibles las ruedas de prensa. Lamentablemente no se puede acudir a todas esas actividades (contando aperitivos y cafés) si tienes la agenda de proyecciones apretada. Y eso es algo que parece no quieren cambiar: el torrente de películas es apabullante, y como siempre el criterio parece nimio. Dos o tres fetiches o tópicos conectan la línea editorial de cada sección, pero a efectos prácticos la calidad técnica es palpable, dando ya por sentado que el equipo Cienfuegos está más interesado en hacer un festival previsible, que en arriesgar y perder capacidad de llamada a todos los públicos potenciales.

Un público entregado según las cifras que la organización ha desvelado. Cada año más gente abarrota las salas y rompe la hucha para sacar su entrada, o su abono. Y sin embargo se ve la misma afluencia: película de Cannes, o una de Locarno facilita, lleno asegurado; ciclo feminista, paradójicamente convertido en campo de nabos, salas casi vacías. La democratización de espejismos llega a ser sonrojante. Como cinéfilo y cineasta claro que me alegra que haya buen surtido, el caso es, como persona cabal me es imposible pensar en que no se fuerce el asunto y al final todo quede en intenciones y buenismo soterrado bajo la realidad de las cinco obras imperantes en el espectro publicitario.

Obras que yo estoy alabando también, ojo. Ma Loute es la mitad de buena de lo que se ha podido leer en tanto periódico y blog, que ya es bastante. Salta la duda entonces, ¿para qué está un festival de cine? Se presupone que al ser premio internacional, dado por cineastas, críticos, actores, directores (de fotografía), se va a premiar innovación o calidad. La realidad parece ser otra, y es que bajo esta dirección no sólo se ha influenciado a jurados (reconocido hasta por el programador), sino que encima se han traído y premiado películas con distribución ya cerrada. Dejando a las otras competidoras en bastante desventaja como para intentar siquiera el estreno limitado en las salas de nuestro país. Y todas, con el público potencial de Sevilla, tirado por el retrete. Es una hoja de doble filo jugar a vender exclusivas, señor Cienfuegos.

No puedo arrojar luz sobre cuán orgánico o no es ese proceso, vamos, el tira y afloja. Pero los resultados sí que quedan bien apreciables, y no son bonitos. Caso similar ocurre con otra de mis quejas el año pasado: las secciones ‘Resistencias’ y, más aún, ‘Panorama Andaluz’. Sin mucho bichear se encuentra uno nombres conocidos y otros no tanto, dependiendo del círculo, pero gran parte de las personas que acaban siendo programadas en esas secciones o están apadrinados por escuelas de renombre que han colaborado con el festival, o directamente, son personas de lazos estrechos con el festival. Aquí al contrario que las otras secciones, no ha lugar el surtido Cuétara. Quieren vender una imagen del “Otro cine español” de guerrilleros, plural, y por supuesto el SEFF trae lo mejor… A ver si resulta que no son todos los que están, ni están todos los que son, pero pa’ qué buscar. Lo mismo no me he enterado bien del asunto éste y tenía que haber comprado el libro que han editado este año. Ya lo pillaré a precio en una manta de El Jueves.

Y hasta aquí todo lo que ha dado de sí este SEFF 2016.

Como despedida os dejo con las reseñas de las tres mejores películas proyectadas. ¡Qué paseis unas buenas Navidades! Nos encontraremos por aquí pronto. Hasta más ver.

TOP 3

La Mort de Louis XIV (Albert Serra, 2016)

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Quizás lo mejor para este proyecto, ideado como una performance, haya sido que se encontrara barreras por todas partes hasta llegar a su concepción como película. Su fuerte precisamente es que se siente llena de acción, algo que se podría haber pasado por alto y banalizar la situación con planos meramente contemplativos, observando cómo se apaga lentamente el monarca. En su lugar, tenemos a un Louis XIV testarudo ante la idea de renunciar a seguir mandando, reuniéndose con sus consejeros y militares a pie de cama hasta que le falle el cuerpo, y jocosamente, molestando a altos cargos de la Iglesia en medio de la noche, cuando la reclusión le empieza a pasar factura a su psique.

El encuadre se cierra más y más sobre el rey a medida que el metraje avanza, confundiéndonos con quienes pasan a ser verdaderos protagonistas de la historia: su séquito de sirvientes y médicos no logran dar con la fuente de los males, y recurren incluso a un afamado curandero (interpretado por un actor catalán de fuerte acento, ¿reseñable para el director?). Y como tal historia, al final es necesario el egoísmo. No se trata tanto de que el rey se cure, sino quién tiene la razón sobre el problema y logra salvarlo. ‘La Mort de Louis XIV’ no existe para encumbrar lo magnánimo de su figura, basta recordar su emoción cuando su hijo le visita, o el desfile de San Luis retumbando en la habitación. Sólo quiere mostrarnos un trozo de civilización no tan avanzada, que necesitaba de un paciente más.

Riddles Of The Sphinx (Laura Mulvey and Peter Wollen, 1977)

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La pieza central es la más alabada. Surgen en la mente Chantal Akerman y La Chambre o Michael Snow y La Région Centrale, donde las panorámicas proporcionaban suspense y cuyo código se usa con exceso en el cine de terror, aquí Mulvey y Wollen las usan como instrumento descriptivo. Preludiadas por intertítulos que explican la escena, nos adentran en la rutina de Louise, madre de un hijo recién separada y que necesita encontrar trabajo estable y una nueva rutina en la que pueda sentirse cómoda. ‘Riddles Of The Sphinx’ retrata con sumo cuidado la entrada de la nueva mujer independiente en los años 70. Quien no se debe a nadie salvo a sus propias decisiones como persona, y que de ser malas desestabilizarán su forma de vida a la mínima que dé un paso atrás.

En la introducción y el final la propia directora lee textos históricos, a modo de comparación, sobre la Esfinge de Gizeh y lo que suponía en su momento asumir que fuese la representación de una mujer, subyugando a los hombres a una figura menor por no ser dignos de tamaño homenaje a su género. Por eso, como digo, no serviría de nada unas panorámicas para crear drama. Ya sabemos lo que va a pasar con la protagonista si no es capaz de sacar toda la fuerza posible y asumir el proveer por sí misma.

Acompañando este concepto vienen otras dos partes experimentales que hacen del no misterio, un misterio de película. Un montaje de fotografías del desierto y la esfinge, parecen querer hipnotizarnos con sus vastas dimensiones y geografía, resistente en un entorno tan inhóspito. Y la danza de la bailarina nos sorprende en la perfección de sus estiramientos, elasticidad y fuerza. Piezas aisladas en conexión dramática, pero tan locuaces como sus contrapartes.

Malgré la nuit (Philippe Grandrieux, 2016)

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El año pasado tuvimos la suerte de ver la gran revelación que supuso Meurtrière para el cine, y este año ocurrió lo mismo con Malgré la nuit. Y lo fue comparando con el cine de ese año, más que en la carrera de Grandrieux, pues aquello no fue más que la evolución de White Epilepsy. Este año nos encontramos por fin, con un paso en otra dirección dentro de sus películas más narrativas.

Previamente, a nivel formal, la mayoría de espectadores pueden no notar la diferencia. Pero hay una bastante gorda: las luces, hasta en ‘Meurtrière’, eran luces difusas, para romperlas en el final. Es decir, los actores en interiores tenían sombras degradadas, ésta vez no, el contraste es tremendo entre sus actuaciones y el entorno que les rodea, a pocos minutos de empezar el metraje. Con una cámara que no vuelve a los cortes de antaño, y se mueve alrededor de la situación sin temor a captar rostros sobreexpuestos, y que se pierdan detalles de la escena. Se trata de grabar el momento a costa de todo, y de la manera más rápida posible, sin interferencias. Ya sea en los momentos de dispersión de los jóvenes, o los más físicamente violentos. Provee gracias a la técnica actual de luces portátiles y maleables, lo que en su trama es también un aspecto escalofriante del ser humano (parece que su director no tratará nunca temas ligeros), compatibilizando forma y cuento.

Por si esto fuera poco, tampoco renuncia transiciones que estimulan recuerdos de otras secuencias, dobles exposiciones no tan metafóricas, y hasta triples exposiciones de una misma actriz para perturbar lo que debería haber sido una escena musical normal, y convertirla en un paréntesis que abandona el texto de la página y se personifica. La película más arriesgada del festival, y la mejor del 2015 junto a la ya mencionada Meurtrière. Eludo cualquier referencia a la trama de forma consciente. Hay que entrar en ella y perderse.

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