Festival de Cine de Las Palmas (Día 2)

Por Nauzet Melián (@nowseed)

Aquí el día 1, con Un minuto de gloria y Katie says goodbye.

Segundo día de festival, y en esta ocasión me he centrado en la sección Panorama, sufriendo y disfrutando de dos filmes muy distintos. Por un lado, la nueva cinta de cineasta argentino Matías Piñeiro. Por otro, la última película de Olivier Assayas, la cual viene precedida de mucha división de opiniones tras su paso por Cannes.

Hermia y Helena (Matías Piñeiro, 2016)

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Sexto largometraje del argentino Matías Piñeiro tras la cámara, quien también escribe el guion (como suele ser habitual en todos sus filmes). La historia retrata la vida de Camila, una directora de teatro argentina que decide mudarse a Nueva York para trabajar en la traducción de “El sueño de una noche de verano”. El amor, la amistad y la familia tendrán roles importantes en esa transición que vive a lo largo de la historia.

Hermia y Helena tiene un problema de base gravísimo que destruye toda opción de empatía: el elenco de intérpretes que participan en la película. Puedo comprender que los medios de una producción independiente impidan la participación de un reparto más experimentado, incluso entiendo que algunos personajes secundarios no posean la capacidad interpretativa de sus protagonistas. El problema de este filme es que prácticamente todos son incapaces de construir personajes que se sientan reales y tangibles. La explicación es sencilla: el reparto no está interpretando, está recitando líneas de diálogo que han memorizado, y están tan concentrados en verbalizar sus frases sin errores que se olvidan de interpretar mientras las recitan. No existe alma en sus reacciones, en los intercambios que se producen a lo largo de la cinta. Es algo inaudito.

El problema interpretativo se enfatiza debido a un guion que parece estar escrito para ser leído, no interpretado. El director parece haberse olvidado que la palabra escrita no siempre funciona al ser enunciada, y todas las conversaciones se sienten falsas y teatrales en el peor sentido de la expresión. La película no tiene ningún interés en edificar unos cimientos que aguanten la tensión dramática de la historia, y cuando se producen situaciones relevantes, no aterrizan con suavidad, sino que chocan contra el suelo con descontrol absoluto. Hay una secuencia de ruptura en la cinta que me parece bochornosa y de las peores rupturas que he visto jamás en cines. Por un instante pensé que se trataba de una secuencia onírica porque no podía creerme lo que estaba viendo.

El aspecto más frustrante del filme es que se nota que tiene los medios necesarios para proporcionarnos una historia bien ejecutada. La dirección, fotografía y acabado visual es más que correcto, y se nota la experiencia de Piñeiro tras la cámara, pero el guion tiene una estructura tan retorcida y confusa que parece querer desconcertar al espectador por puro efecto, no porque lo dicte la trama. Superposiciones de escenas, textos que aparecen en pantalla que no aportan nada, voces en off que recitan pasajes de Shakespeare, pero que son olvidados o ignorados en la escena siguiente… Por momentos parece que el director argentino quiere provocar una reacción visceral en el espectador, y el contenido no parece importarle demasiado. Hay tantas escenas innecesarias e inservibles en el filme que me parece tremendo que en los montajes iniciales el director no lo viera o simplemente le parecieran indispensables.

La película no sabe qué quiere contarte, y cuando parece que sí lo sabe lo introduce con violencia y sin cohesión, para luego concentrarse en otra subtrama sin conexión alguna con lo visto anteriormente. He salido de la película sin saber qué quería contarme el director ni cuál era el objetivo de su acercamiento estilístico. Es anarquía audiovisual sin urgencia dramática. Sus 87 minutos de duración se me hicieron eternos por momentos y parecía estar ante un filme de 120 minutos.

Hermia y Helena es la primera gran decepción del festival. Agradezco que no la hayan incluido en la sección oficial. El espectador merece introducirse en nuevos mundos, no salir desconcertado y confuso ante una historia que se focaliza más en su forma que en su fondo. Al salir del cine, un compañero verbalizó a la perfección una de las opiniones que tengo sobre la cinta: “La película parece un proyecto de fin de carrera realizado por estudiantes. Y es una pena porque se nota que tiene los medios necesarios para un mejor resultado.”

Personal Shopper (Olivier Assayas, 2016)

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Personal Shopper es el nuevo filme de Olivier Assayas tras la estupenda Clouds of Sils Maria y vuelve a contar con Kristen Stewart, en este caso como protagonista absoluta de la historia. La película retrata la vida de Maureen Cartwright, una “compradora personal” que ha sufrido una trágica pérdida e intenta lidiar con las consecuencias emocionales de dicha tragedia. Se trata de un drama psicológico con tintes sobrenaturales, una mezcla tan curiosa como atractiva.

La película de Assayas tuvo una tibia acogida en el pasado Festival de Cannes, y a cierto nivel puedo comprenderlo. Se trata de un filme con poco diálogo, narrativa visual, escenas que se extienden por un lapso de tiempo importante, y requiere de la receptividad del espectador para no acabar frustrado o impaciente. Personalmente yo he conectado con la historia y me he visto arrastrado en un viaje personal marcado por su sutileza y silencio.

Assayas utiliza con inteligencia la elipsis, ya que hay ocasiones en las que el salto es relativamente importante porque necesita que la historia respire y los eventos tengan peso específico, y en otras ocasiones las elipsis son muy breves y funcionan como elementos que agilizan la trama y concentran todas las situaciones que merecen ser destacadas. Además, el uso del fundido en negro predomina en la cinta y parece servir como transición entre “microhistorias” con hilo conector definido.

Hay una sección del filme liderada por el uso del teléfono móvil, y quizás es una decisión atrevida ya que dicho uso se extiende por un largo periodo de tiempo y la trama podría sentirse estancada, pero Assayas sabe usarlo a su favor y aprovecharlo para profundizar en la personalidad de Maureen, sus miedos y sus pensamientos más personales. Esta sección no funcionaría sin la excelente interpretación de Kristen Stewart, que parece muy cómoda en un papel que le exige contención, naturalidad y breves instantes de desahogo emocional. Hay un plano concreto que me parece precioso y su interpretación en esa escena es simplemente perfecta.

El elemento sobrenatural tiene presencia constante en la cinta pero nunca predomina sobre la profundización en la psique de Maureen, sino que la complementa y la lleva a una dimensión distinta (no pun intended). Dicho elemento es tratado con elegancia y naturalidad, y resulta un soplo de aire fresco observar la receptividad y aceptación de los personajes respecto a este aspecto de la trama. No impera el cinismo, sino la predisposición al entendimiento.

Personal Shopper es otra gran película de Assayas, menos accesible que Sils Maria pero igualmente estimulante de una forma muy particular. Kristen Stewart sigue demostrando ser una de las intérpretes jóvenes más interesantes de la actualidad, y su elección de proyectos la convierten, junto a Daniel Radcliffe, es un baluarte del cine de autor e independiente. Resulta reconfortante observar la filmografía de dos ídolos de masas que han sabido desprenderse de los personajes que los convirtieron en iconos, y disfrutar con los riesgos que toman en la elección de nuevos proyectos.

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