‘Dunkerque’ se convierte en el blockbuster bélico del verano

Estaba claro que Dunkerque no sería un bluf en la taquilla. El apellido Nolan ya tiene galones suficientes para el gran público (y si no, siempre están esas aclaraciones de “del director de Fulanito y Menganito”, que en su caso son títulos notables) y eso, unido a la escasa proliferación de grandes títulos bélicos, un rotundo respaldo de la crítica (94/100 en Metacritic nada menos) y el siempre rentable hype sobre el uso de soportes de grabación y proyección con aura de lujo y exclusividad (¡¡70mm!! ¡¡Netflix no es cine!! ¡¡Llevo chaqueta en agosto!!) han terminado de encumbrar sin problemas a esta película a la cima de la taquilla estadounidense. Tanto si gusta como si no (que en general ha entusiasmado al público: 8,8 en IMDb y A- en Cinemascore) de Dunkerque se puede decir, además, que ofrece una experiencia distinta. Personalmente creo que más sensorial que emocional y narrativa, pero sin duda diferente a otras películas de este tipo. Veremos dónde la coloca el tiempo, pero está claro que Nolan no ha podido estrenar de una forma más contundente en todos los frentes.

Más sorprendente es el estupendo estreno de Girls Trip. A priori, una película con muchos inconvenientes (basados en el prejuicio, eso sí): Película protagonizada por mujeres afroamericanas. Un nicho dentro de un nicho (según entienden los productores). Sin embargo ahí está la película superando los 30 millones de recaudación en su estreno en el mismo fin de semana en el que Nolan acapara los medios. Nicho o no, su público ha respondido. Tras las cámaras, Malcolm D. Lee, uno de los directores de cine de entretenimiento afroamericano más prolíficos, delante de ellas Queen Latifah y Jada Pinkett como nombres destacados. La prensa ha dado también un buen empujón (72/100 en Metacritic), mano a mano con el público (7,2 en IMDb y A+ en Cinemascore), a esta peli sobre el viaje que emprenden cuatro amigas de toda la vida para asistir al Essence Festival de Nueva Orleans.

El remate de las sorpresas (o quizás no tanto, tras el escaso ruido que ha provocado) es el flojísimo estreno de Valerian y la ciudad de los mil planetas. El regreso de Luc Besson a la space opera con sello francés, 20 años después de la exitosa El quinto elemento y con el presupuesto más alto de la historia del cine francés, apenas ha conseguido rascar 17 millones en el mercado que más dividendo podía proporcionarle. Críticas mediocres (51/100 en Metacritic), un público al que ni fu ni fa (6,9 en IMDb y B- en Cinemascore) y, seguramente, el “pecado” de no ir de la mano de una adaptación/franquicia conocida por el gran público en un momento en el que los grandes estudios han conseguido convertirlo en norma casi indispensable cuando se trata de blockbusters.

Sin embargo, lo que a priori podría parecer el gran fracaso financiero que haría tambalear a un estudio se configuró de una forma bastante metódica e inteligente según relatan en este artículo de Forbes, donde afirman que Europacorp, la productora de Besson, consiguió financiación bajo una fórmula de poco riesgo. De forma muy resumida: beneficios fiscales de los distintos países en los que han desglosado distintas fases del proyecto (Francia y Nueva Zelanda) y gran parte de la inversión lograda en base a preventas de derechos de distribución, minimizando notablemente la inversión de Europacorp. Todo ello bajo la supervisión del nuevo presidente de Europacorp, Marc Shmuger, que además matiza que lo que se lleva contando durante meses sobre el desorbitado prespupuesto de la película (200 millones de dólares) no es real (en el artículo se estima en 150 millones en base a documentos del propio estudio). Un bulo que no han podido corregir a tiempo, subrayando los inconvenientes de que un proyecto cinematográfico, que no deja de ser una historia para un público determinado, acabe siendo más conocido por aspectos secundarios como el económico.

Habrá que esperar a ver qué ocurre con Valerian en otros mercados, sobre todo Europa y China, para valorar realmente el impacto de este proyecto largamente esperado por Besson, para el que su sueño podría convertirse en un trago amargo.

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