[CRÍTICA] ‘Animales fantásticos y dónde encontrarlos’ descubre una magia fascinante desde el otro lado del charco

[CRÍTICA] ‘Animales fantásticos y dónde encontrarlos’ descubre una magia fascinante desde el otro lado del charco

El primer guión cinematográfico de J.K. Rowling subraya (con vehemencia y toda la razón que pueda otorgar Animales fantásticos y dónde encontrarlos) su innata capacidad para crear mundos, como salvoconducto emocional enfocado a varias generaciones. Pero sobre todo recurre a nuestro yo actual, ese que creció con los dilemas de Harry Potter y, cinco años después, inicia otra aventura mágica con criaturas y subtextos fascinantes.

'Animales fantásticos y dónde encontrarlos

Cuando Warner Bros. anunció que la renovada franquicia mágica constaría de cinco películas, hubo un murmullo en todas las reuniones de muggles a lo largo y ancho del mundo, en el que el mínimo común denominador situaba su foco crítico sobre J.K. Rowling y su afinidad con David Yates, encargado de la oscurísima última tetralogía de Harry Potter. El sentimiento era generalizado y guardaba cierto escepticismo con respecto a lo que la autora británica, creadora de un mundo que a muchos sacó de la tristeza, y a otros tantos de la cordura, iba a ser capaz de hacer con Animales fantásticos y dónde encontrarlos. Porque, recapitulemos fugazmente, su prosa había sido adaptada por cuatro directores, con mayor o menor fortuna, pero su pluma nunca tuvo que enfrentarse a la elaboración de un guión cinematográfico. Sin embargo, nadie parecía darse cuenta de que Rowling en ningún momento se desconectó de ese universo paralelo tan delicioso como es el poblado por hechizos y maldiciones vinculantes. Fue precisamente por eso por lo que, tras un acercamiento a la novela adulta (Una vacante imprevista) y a la ficción noir (trilogía de Cormoran Strike escrita bajo el seudónimo ‘Robert Galbraith’), la escritora decidió ampliar los límites de su creación en tiempo -los años 20-, espacio -Nueva York- y con nuevos protagonistas -Newt Scamander y Gellert Grindelwald. La decisión ha resultado en una criatura realmente fascinante no sólo por la aparición de nuevos “animales” deslumbrantes, y un temible y muy provocador villano, sino por su carácter aparentemente oscurantista -la adaptación no es de una novela, sino de una especie de tratado sobre criaturas mágicas y, aún así, la guionista parece esconder ciertos detalles sobre algunas tramas. Como si la dupla de creadores haya decidido, también, reservar pasajes -que todavía nadie conoce- para mantener la libido mágico de sus seguidores, de cara a las nuevas entregas.

'Animales fantásticos y dónde encontrarlos

La apreciación puede parecer obvia, pero lo cierto es que la oscuridad del último tramo refleja de facto que la idea es prolongar la magia y también las tinieblas, más allá de las travesuras de un adorable Escarbato o los tics nerviosos de un Newt Scamander al que Eddie Redmayne construye con autismo, excentricidad y fantasía a partes iguales. Animales fantásticos y dónde encontrarlos ya no es para niños, pero quizá tampoco sea para adultos por su aspecto ingenuo. Su público se sitúa en aquel estrato social que creció con los dilemas de Harry Potter y ahora, cinco años después de su última intervención cinematográfica, quiere sorprenderse con una expansión de aventuras y conflictos que le hagan reflexionar. Por ello Rowling elabora un ligero análisis sobre la idiosincrasia de la época, donde la sociedad -compuesta por los nomaj (versión norteamericana de muggle)- está a punto de estallar en guerra contra magos y brujas; en los últimos días, ha emergido una pequeña organización, de predicadores, intolerante y cargada de prejuicios (los Salemitas) que no acepta su condición de raza inferior. A este respecto, el subtexto responde a un paralelismo con la situación que vivimos en los nuevos y retrógrados tiempos, pero también guarda relación con uno de los primeros vestigios del cine de superhéroes: X-Men. Allí tuvo lugar una caza indiscriminada por parte de la población sobre los mutantes y, aquí, parece que esa óptica está cada vez más aceptada. Todo tiene que ver con la incomprensión y la falta de referencias, como le ocurriría al joven Harry décadas después en El Prisionero de Azkaban. Si nadie entiende que eres capaz de destruir un edificio agitando una varita de madera, probablemente acabes en la clandestinidad o, directamente, hecho ceniza.

¿Demasiado enrevesado para ser puro cine de entretenimiento? Quizá, pero ahí reside el factor diferencial de esta saga con respecto a otras que han intentado trascender sin éxito. Porque aunque el mundo mágico sea una oportunidad como ninguna para evadirnos de la realidad, nuestro yo es capaz de detectar esas zonas donde sentimos que el protagonista está contando nuestra historia, pero adornada con magia. Por eso Animales fantásticos y dónde encontrarlos es tan maravillosa. Tanto Yates como Rowling han sabido darle equilibrio a una película que, bien como presentación de nuevos elementos, bien como acercamiento al pasado de la historia que ya conocemos, sorprende en todos sus aspectos: el ritmo es trepidante y, aunque las criaturas no son todo aquello que desearíamos en un ensayo sobre su comportamiento, consiguen abrir una puerta hacia la ilusión de nuevas aventuras y escenarios. De hecho, la trama emplea un elemento con el que absolutamente todos nosotros identificaremos nuestra reacción y con el que hasta ahora no habíamos podido contar: Jacob Kowalski, el nomaj al que Dan Fogler le aporta esa inocencia necesaria para sostener fascinación y temor en una mirada. Es la vía por la que conocemos los recovecos de una Nueva York recreada con cierta nostalgia, gracias a la cual nos adentramos en el maletín secreto de Scamander y cuya ayuda nos permite soñar con que, alguna vez, la lluvia no nos impida ver el sol.

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