Especial David Bowie – Starman

Especial David Bowie – Starman

Nunca fue fácil definir a David Bowie.

David BowieCon más de ciento cuarenta millones de discos vendidos y una carrera que duró cinco décadas, sigue existiendo mucho misterio acerca de la vida y obra del cantante británico. Su mirada asimétrica y personalidad cambiante revolucionaron no solo el mundo de la música sino la propia naturaleza del espectáculo, dejando una profunda huella también en el cine o la moda, siempre un paso por delante. Desde las visiones mesiánicas alienígenas hasta el Glam rock, pasando por una estética apropiada del kabuki japonés, Bowie se resignó a la idea de que jamás encajaría en un grupo creando uno propio, en el que todo tenía cabida siempre que fuese extraño y original. Tanto en su vida profesional como en la personal, lo probó todo para estar seguro de lo que quería ante un público que se escandalizó con su presencia andrógina y sexualidad indefinida y acabó acostumbrándose a su constante reinvención. Ahora que se acerca el primer aniversario de su fallecimiento es un buen momento para repasar la evolución de este camaleón al que durante mucho tiempo se le consideró un ladrón avispado, y ver cómo se convirtió en leyenda.

Primeros años

David Robert Jones nació en el 40 de Sansfield Road, en Brixton, el 8 de Enero de 1947. La zona había quedado arrasada bajo el intenso bombardeo de los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, y sus padres también habían experimentado en sus propias carnes los horrores del combate. Haywood Jones contrajo matrimonio por primera vez antes de luchar en Francia, y cuando regresó conoció a Peggy Jones. Por su parte, Peggy ya tenía a un niño de diez años llamado Terry, que no solo se convertiría en una figura importante para el pequeño David, sino que durante años le preocuparía la tendencia hacia la locura presente en su línea materna. La sombra de los problemas mentales planearía sobre algunos de sus trabajos posteriores, pero no llegaría al punto de Terry, internado en un sanatorio mental.

A pesar de la posguerra, la familia Jones no pasó excesivas penas gracias al trabajo de Haywood. David creció como el típico niño inglés bien vestido y educado, “el sueño de cualquier madre”, e incluso le dieron sus primeros instrumentos, un ukelele y un saxofón de plástico con el que tomó unas pocas lecciones de música.

Pero al contrario que otras muchas estrellas, que cuando describen su vida se ven a sí mismos como “destinados a la fama”, David Jones no resultó ser un genio cuando sopló su instrumento por primera vez, ni sorprendió a los demás con su talento como letrista o frente al piano. De hecho, la juventud de David podría resumirse en una serie de fracasos constantes que demostraron que si él alcanzaba el éxito sería por su puro empeño, y no porque la gente cayese rendida ante sus encantos. En lo personal sí podía ser atractivo, y su aspecto delgado con flequillo rubio gustaba a muchas chicas, pero no hay forma de saber si realmente se convirtió en todo un seductor o es una de esas historias tergiversadas que tanto los que le conocieron como el propio David se animan a inventar. Mientras él aseguraba que era “terrible”, todas las que le recuerdan de esa época aseguran que en realidad no era para tanto, sino que su amigo George Underwood, con el que formó un dueto a una edad muy temprana, era el que más destacaba. Juntos y armados con una guitarra, el saxo y un montón de optimismo, descubrieron en la radio las canciones de Little Richard (en especial su éxito Tutti Frutti), quedando cautivados por su energía. “Para mí, fue como si acabase de conocer a Dios”, explicaría David.

Compaginando algunos trabajos menores durante su adolescencia en una tienda de discos o una imprenta con la creación y disolución de varios grupos, David intentó ganarse un hueco en la música para desgracia de su madre, que acabaría harta de sus pretensiones. Para una familia que había sufrido el peor horror del siglo XX, su hijo podría parecerles desatado e irrealista, pero le apoyaron incluso cuando Peggy insistía en que aquellos chicos tan raros que le acompañaban “esperasen fuera”.

En 1963, pasada ya su época en el coro de la iglesia, formó parte de The Kon-rads, un pequeño grupo amateur del que George Underwood acabaría expulsado debido a las típicas peleas adolescentes entre aspirantes a músicos. A pesar de que mantendrían una buena relación durante años, los enfrentó un incidente cuando David intentó robarle la novia a su amigo. Underwood se enteró y, furioso, le pegó un puñetazo en la cara con tal mala suerte que le afectó al ojo izquierdo lastimando los músculos que se encargan de contraer el iris. David pasó un tiempo en el hospital en el que se dijo que tal vez se quedaría tuerto, pero finalmente solo le quedó la pupila permanentemente dilatada que fue quien dio pie a la idea de que los ojos del cantante eran de diferente color. A pesar de que Haywood quería demandar al amigo de su hijo, los dos chicos hicieron las paces y continuaron como si nada, sin que Underwood supiera que acababa de ayudar a crear un icono cultural.

Junto con sus ojos, otro de los mitos de David Bowie fue su voracidad sexual, y una vez más no es fácil saber la verdad. Durante mucho tiempo se le ha considerado gay o bisexual, sobre todo debido a entrevistas en su época de Ziggy Stardust en las que parecía tirar por tierra las convenciones sociales. Lo que sí sabemos es que David pronto empezó a frecuentar lugares de sexualidad relajada y aprendió que podía utilizar su cuerpo para conseguir lo que quería, como cuando en una sesión de grabación David dejó caer que le gustaban los chicos consiguiendo un trato especial por parte del encargado. Hasta qué punto David llevó a la práctica su ambigua sexualidad es motivo de debate, y más cuando años más tarde su primera esposa, Angie, aseguraría haberle pillado en la cama con Mick Jagger. Mientras tanto, David se interesaba por el mimo o el teatro, donde tuvo una gran formación y aprendió a expresarse corporalmente, algo que le serviría de mucho después, no solo por su gran tendencia al maquillaje y al travestismo. Fue en aquella época en la que cambió su apellido por Bowie, para evitar que le confundieran con el cantante de The Monkees, Davy Jones, y también en la que se preparó para lanzar su primer disco en solitario.

Space Oddities

The Laughing GnomeCon veinte años, David ya estaba curtido en las bandas amateurs. Tras una breve época en la que estudió budismo, intentó conseguir pequeños papeles como actor o bailarín (fue rechazado en el casting de un anuncio de Kit-Kat) o incluso se planteó mandarlo todo “a la mierda”, publicó David Bowie, un disco homónimo que fue un fracaso rotundo y del que si estamos hablando hoy se debe únicamente a la relevancia que acabaría teniendo su autor. No busquéis giros mágicos ni revelaciones de una genialidad escondida en este álbum. La primera obra de Bowie es confusa e indescriptible, con un sonido circense en el que destaca su single The Laughing Gnome, un intento de canción infantil que contenía voces deformadas y chillonas y una melodía perfecta para un programa matinal, pero no para el aspirante a estrella del rock más grande sobre la Tierra. La palabra para definir este disco sin duda es “extraño”, ya que algunas canciones, como Please Mr Gravedigger, son más un poema con efectos sonoros. Lo que en momentos como este puede ser un grave problema (una falta total de estilo o dirección), a la larga se convirtió en una seña de identidad, pues probó todas las posibilidades hasta dar con lo que le interesase. Desde entonces, The Laughing Gnome ha permanecido como un chiste que sus fans utilizaban para martirizarle, como cuando en la década de los noventa, Bowie puso un teléfono para que sus fans dijesen qué canciones les gustaría escuchar en su próxima gira, y salió ganadora.
Por supuesto, no la tocó.

Desencantado con la pobre recepción de su disco, Bowie no volvió a sacar nada durante dos años. Seguía escribiendo canciones, pero todas ellas eran flojas y sin garra, muestra de que lo que hacía era un esfuerzo consciente por alcanzar la fama. Su primera auténtica epifanía artística llegaría en un cine, colocado de marihuana, mientras veía 2001: Odisea en el Espacio, de Stanley Kubrick. Allí le impactó la soledad y amplitud del espacio, y en plena guerra fría, con los programas Apollo ocupando todas las portadas de los periódicos, escribió Space Oddity. Con una guitarra acústica y un sonido opresivo y alienígena, Bowie hablaba de la soledad del Major Tom, un personaje que se acabaría convirtiendo en recurrente en su mitología, y que acababa perdido al estropearse su cápsula espacial. Al contrario que esperpentos como The Laughing Gnome, parecía que realmente Bowie se sentía solo allá donde se encontrara. Fue un golpe de suerte para él que la BBC utilizase su canción para retransmitir la llegada de Neil Armstrong a la Luna ese mismo año, incluso cuando la cadena tenía sus dudas de usar una canción que hablaba sobre la muerte de un astronauta precisamente en un momento tan delicado.

El final de los sesenta marcó también el fin del sueño hippie, herido por los crímenes de Charles Manson y el apuñalamiento de un joven fan en un concierto de los Rolling Stones en el Festival de Altamont. Los sonidos más agradables y ligeros iban a dar paso a un clima mucho más duro, a Led Zeppelin y canciones que hablaban sobre drogas más fuertes. Bowie empezaría a convertirse en Bowie combinando su androginia con un pelo largo y ondulado y grandes vestidos de flores como el que aparece en la portada de The Man Who Sold the World, donde potenciaba su aspecto de elfo y la idea de que no era del todo heterosexual. La portada sería censurada en EEUU, donde la reemplazarían por una foto de Cane Hill, el famoso psiquiátrico donde estaba ingresado su hermano, que ya había intentado suicidarse saltando por una ventana. A él le dedicó el tema All the Madmen, y le dedicaría otra en la década de los ochenta cuando Terry finalmente saltase delante de un tren.

Muchos de los cambios de David tenían que ver con su vida sentimental. En 1970 conoció y contrajo matrimonio con Angie Barnett. Atraída por la estrella emergente de su marido, ella le ayudó en su camino hacia la fama al diseñar parte del vestuario que llevaría en su célebre papel de Ziggy Stardust. Ambos llamaron la atención por caminar por la calle completamente travestidos en un ejercicio de llamada de atención o de rebeldía ante los cánones impuestos, mientras empujaban el cochecito de su primer hijo, Duncan, que más tarde se convertiría en director de cine responsable de películas como Moon o Warcraft. La relación con Angie ha sido calificada por ella misma como “turbulenta”. No solo eran públicos los escarceos de ambos con distintos amantes, tríos y orgías que se sucedían en la casa de la pareja, sino que Bowie empezó a asegurar que “siempre había sido gay”. Lo que parecía un matrimonio abierto resultaría no serlo tanto cuando los inevitables celos y una tendencia al drama por parte de Angie acabasen condenando a la pareja. En cuanto a su supuesto lío con el cantante de los Rolling Stones, Mick Jagger ha negado que les pillasen en la cama desnudos mientras componían el éxito Angie, añadiendo que el título fue sugerido por Keith Richards. Muchos dudan de que dos personas con un ego tan grande como ellos hubiesen sido capaces de someterse al otro, pero lo más desolador para Angie sin duda fue cuando David se acercó a ella antes de la boda y le confesó que no la amaría nunca, y que en realidad, solo vivía para sí mismo.

Tras la salida a la venta de Hunky Dory, que contaba con una potente base de piano entre la que destacaban Changes o Life on Mars, Bowie empezó a desarrollar la idea que le lanzaría a la fama internacional. Ya tenía una sólida base de fans en el Reino Unido, pero fuera de su país no era nadie y su representante tendría que ingeniárselas para venderle como “la mayor estrella británica desde Los Beatles”. Hasta ahora su no había despegado del todo, y tenía miedo de quedar relegado a uno de los tan tristes One Hit Wonders, artistas con un solo éxito. Parecía que la suerte de Space Oddity había sido eso, suerte, pero entonces se unió a una nueva corriente musical de la que él iba a convertirse en uno de sus máximos referentes: el Glam.

Ziggy Stardust

El 6 de Julio de 1972, Bowie apareció en el famoso programa de la BBC Top of the Pops, donde iba a interpretar un single de su próximo álbum. Sería su gran momento, que le catapultaría definitivamente al estrellato que acabaría convirtiéndose en un ejercicio de metaficción. No era ya David. El que cantaba era un ser andrógino y alienígena de pelo rojo vestido como un arlequín llamado Ziggy, que buscaba entrar en nuestras vidas de la misma forma que quería hacerlo en nuestros hogares a través de la televisión. Había nacido un fenómeno que perduraría hasta el día de hoy, cuando los adultos escandalizados vieron al cantante pasar el brazo seductoramente por encima del guitarrista que lo acompañaba, y los jóvenes se quedaron pegados al televisor cuando les señaló directamente a través de la cámara.

Desde la publicación de su primer disco nueve años antes, David había cambiado tanto que no parecía la misma persona. Con el corte de pelo al estilo Beatles desterrado para siempre, y también los largos rizos dorados de The Man Who Sold the World, Bowie se adscribía ahora a un movimiento nuevo, el Glam o Glitter Rock, llamado así por la importancia que daban al vestuario llamativo, andrógino y estrafalario. Aunque el nombre no hace referencia a la brillantina sino a Gary Glitter, el famoso cantante y depredador sexual, sí viene acorde con la idea del brillo y los destellos que llenarían los trajes coloridos de la época. Junto con Marc Bolan, que fue de los primeros en adoptar esa estética, o incluso Freddie Mercury, Bowie se sentía a gusto con el maquillaje exagerado, los vestidos imposibles y un aspecto que más que a un cantante de rock recordaba a una drag queen en plena fiesta de carnaval. En el Glam el vestuario está a la altura de la música y forman un todo donde lo único que prima es el espectáculo. Desde luego, Bowie llamaba la atención, pero habría algo que le diferenciaría de los cientos de imitadores que se pintarían la cara, comprarían pantalones de campana y botas con tacones de un palmo. Y es que Bowie tenía un concepto ligado a su música. No era simplemente una opción estilística sino un personaje, un alter ego en el que volcaría toda su extravagancia y amor por el kabuki. The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars estaba destinado a convertirse en uno de los mejores álbumes de todos los tiempos, y su protagonista, el alienígena en el que Bowie se había transmutado, fue tan grande que estuvo a punto de devorar al ser de carne y hueso que había tras él.

Para entender la importancia de Ziggy Stardust debemos saber que se trata de algo más que once canciones pegadizas agrupadas en un lp. Es un álbum conceptual en el que Bowie pretendía unir el dramatismo del teatro con la ciencia ficción tan en moda en esa época, entendiéndola como metáfora del escapismo y la fantasía. El disco nos cuenta la historia de Ziggy Stardust, un ser alienígena que viene a la Tierra para avisarnos de nuestra pronta destrucción. Así, la canción que abre el disco, Five Years, nos informa exactamente de cuánto tiempo nos queda, y con Starman, nos cuenta también cómo hay un hombre en el cielo que se muere por comunicarse con nosotros. Ziggy, este ser genial y claramente bisexual, llegaría a la Tierra y se acabaría convirtiendo en la versión moderna de un mesías: una estrella del rock. Y arropado por su banda The Spiders, su ego crecería tanto que acabaría siendo consumido, rompiendo el grupo en la canción que da título tanto al disco como al personaje. Para finalizar, en Rock ‘n Roll Suicide Ziggy moriría asesinado por sus propios fans.

Una idea tan audaz tuvo éxito no solo por la propia rareza de Bowie, sino por la enorme ayuda de las personas que rodearon al cantante en esa época de su vida. Angie se encargaría de diseñar parte del vestuario de la banda formada por Mick Ronson en la guitarra, Trevor Bolder en el bajo y Mick Woodmansey como batería. Ellos se mostrarían muy reacios a vestirse como los protagonistas de La Naranja Mecánica (la segunda vez que una película de Kubrick inspira al cantante), pero al menos sus trajes no eran tan llamativos como los del propio Bowie, diseñados por el modisto japonés Kansai Yamamoto y que consiguieron mezclar el estilo oriental con toda la fuerza de la música de los setenta. También diseñó los trajes Freddie Buretti, un amigo del cantante que había conocido en el famoso Sombrero, un local de ambiente gay en Londres. La implicación de Buretti hubiese podido ir más lejos si, como Bowie se planteó al principio, él se hubiese quedado como escritor de las canciones y Freddie hubiese tomado las riendas como cantante (al parecer, David sentía complejo por sus dientes asimétricos y afilados, que se acabaría arreglando en la década de los noventa).

El disco es una mezcla de estilos muy diferentes. Inspirado en The Velvet Underground o en su recién iniciada amistad con Iggy Pop, se basó también en canciones muy conocidas y siempre efectivas, como sabe cualquiera que haya reconocido los acordes calcados de Somewhere over the Rainbow del Mago de Oz en Starman. No sería su única canción que bordearía el plagio (o fuerte inspiración, como suelen llamarlo), y daría pie a los que acusaban a Bowie de ser un ladrón que no sabía más que apropiarse de estilos ajenos. Lo que sí era innegable era la capacidad para la polémica y el espectáculo de este nuevo Ziggy Stardust. Bowie se transmutó en el personaje viviendo permanentemente en el espectáculo. Sus guardaespaldas también tenían uniformes estrafalarios y él se encargó de agitar aún más el ambiente tradicional inglés con sus ya mencionadas declaraciones sobre su homosexualidad. Incluso se haría muy famosa una fotografía en la que Bowie simula hacerle una felación a la guitarra de Mick Ronson en medio del escenario.

Las giras de Ziggy Stardust no solo convertirían a Bowie en una gran estrella: acabarían por agotarlo y quemarle, y también romperían con su matrimonio con Angie. Algunos ven premonitorio que en uno de sus conciertos, un fan de las primeras filas agarrase a Bowie y le arrancase la pulsera que había intercambiado con su mujer durante la boda, pero tampoco hay que mirarlo así más que como la consumación de un matrimonio alejado y abierto en el que cada uno, al margen de sus aventuras, tenía un amante “oficial”. En Japón, la inspiración asiática del cantante supuso una gran promoción, pero sin duda, la gira por Estados Unidos fue la más dura y extraña, ya que llegaron al país como si Ziggy y the Spiders fuesen las mayores estrellas sobre la faz de la Tierra, cosa que no era cierto. Se hospedaban en hoteles caros pero era, como bien recuerda la banda, con “dinero prestado”. Todo era parte de la promoción y el espectáculo, aunque en América, la ambigüedad sexual no estaba tan bien vista y eso le hizo perder muchos puntos con la gente. Sus conciertos tenían grandes espacios vacíos, pero no les impidió aprovechar aquellos momentos que les brindaron todas las oportunidades que se le presentan a las jóvenes estrellas del rock. Carreteras, autobuses, fiestas y drogas venían acompañas de las famosas groupies, muchas de las cuales, tenemos que añadir, tal vez no fuesen mayores de edad. La relación de Bowie con las chicas jóvenes siempre queda a la sombra de Lori Maddox, la groupie más famosa de la Historia y que asegura que perdió la virginidad a los trece años en un trío con David y Angie. Al margen de la legalidad o moralidad de sus acciones, esto pone de manifiesto cómo fueron los convulsos setenta y cómo pocos límites quedaron sin rebasarse.

En Los Ángeles empezaron los problemas para la banda cuando descubrieron que en realidad, el dinero que estaban ganando era muy poco. Los excesos de la fama también habían propiciado que viesen a David solo en el escenario, y que se diesen cuenta de que no eran una banda al uso. La estrella era Bowie y ellos no eran más que acompañantes prescindibles. No ayudó que David dijera que no creía que un grupo tuviese que funcionar necesariamente como una banda. Cuando Ronson, Bolder y Woodmansey amenazaron con ponerse en huelga, el manager, Tony DeFries, les prometió más dinero al acabar la gira y también algunos contratos en solitario para un futuro. En medio de aquel caos también aparecieron los adeptos a la iglesia de la Cienciología, que intentaron captar a Bowie y en su lugar se quedaron con Woodmansey, que llenó los hoteles de “guías espirituales”.

Pero los números no engañaban: la gira no estaba siendo tan rentable como debería y los problemas de The Spiders amenazaban con romper la maquinaria de Ziggy Stardust. Y además estaba el componente emocional que llevó a David al borde del agotamiento, sumido ya en la promoción de su siguiente disco, Aladdin Sane. La forma que tuvo de lidiar con esto fue una prueba más de su genialidad y control sobre el espectáculo, y que solo haría engrandecer aún más la leyenda de Ziggy. Fue en el Hammersmith Odeon Theatre, en Londres, un año después de su aparición en Top of the Pops. A día de hoy no está claro quién sabía qué, como ocurre siempre que sucede un acontecimiento tan importante. Lo que sí es cierto es que los miembros de la banda se quedaron sorprendidos cuando, antes de acabar el concierto con Rock ‘n Roll suicide, Bowie se dirigió a la audiencia para decirles: “De todos, este será el concierto que más tiempo permanezca en nuestra memoria. No solo porque es el último concierto de la gira, sino porque será también el último que jamás haremos.”

Bowie acababa de retirarse en su momento de mayor éxito, delante de cientos de personas. A pesar de que el concierto está grabado, sigue existiendo la leyenda de que el público de las primeras filas, indignado, estalló en una improvisada orgía. La prensa se encargaría de dar eco a la retirada, que parecía final sobre todo para los problemáticos Spiders, y muchos se preguntaban si realmente sería la última vez que Bowie, o Ziggy, se subiría a un escenario.

Y así fue, durante un tiempo, aunque la sombra del alienígena que vino a salvarnos y se vio atrapado en la espiral del rock perduraría durante muchos años. Y es que sus secuelas iban a manifestarse claramente a lo largo de toda la década, un tiempo en el que hubo grandes discos, una fuerte adicción a las drogas y sobre todo, un gran componente de locura.

David Bowie

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