«Antes de 'Apuntes para una película de atracos' yo era un gafapasta, un intelectual» León Siminiani, director

La segunda película de León Siminiani es una mezcla única de documental cinéfilo y crónica negra, una historia que arranca fascinada con la mitomanía del criminal y que acaba descubriendo a uno de verdad, mas mundano y a la vez más intrigante que cualquier ladrón de ficción. El Flako, butronero experto que se movía por Madrid a través de las alcantarillas, está en prisión, y Siminiani forja una amistad con él gracias a la honestidad y la habilidad para contar historias del delincuente.

Hemos hablado con el director y guionista de ‘Apuntes para una pelicula de atracos’, recién nominada al Goya a Mejor Documental, de la evolución de su amistad con Flako y de cuánto hay de verdad y cuánto de ‘Rififí’ en este documental que ha tardado años en gestarse por completo debido a las complicadas condiciones de incomunicación en las que se encontraba su protagonista. Así se tomaron los primeros apuntes de un documental ensimismado ante las ficciones del cine.

Aunque la propia película lo cuenta bastante bien, ¿cuál fue exactamente el proceso creativo que te lleva a poner en pie ‘Apuntes para una película de atracos’?

Hay dos momentos clave en el proceso de creación. Uno de ellos es cuando conozco al inspector que detiene a la Banda de las Alcantarillas, él me empieza a hablar del modus operandi de la banda y yo caigo fascinado ante la historia, en conexión con mi propia fantasía cinéfila de las películas de atracos. El segundo momento es cuando conozco a el Flako en prisión.

Yo no las tenía todas conmigo, acerca de si me iba sentir cómodo en ese ambiente, porque aún no sabía si iba a tener relación solo con él o con los miembros de la banda, todavía había temas de secreto de sumario pendientes. Pero cuando lo conocí a él me descolocó completamente, tumbó todos mis miedos y prejuicios. Y cuando salí de prisión a los cinco meses de escuchar la noticia de la banda por primera vez, volví de Estremera reflexionando, y ahí me di cuenta de que esa debía ser la base de la película

Porque la película fue cambiando desde tu planteamiento inicial…

Mi plan inicial era hacer una película-ensayo, como una película de apuntes, al estilo de las de Passolini de los sesenta. De hecho, el título es una especie de homenaje, hay una que se llama ‘Apuntes para una Orestíada africana’, que es una de las películas que más me han influido de la historia, y que eran como cuadernos de notas para películas que haría después, que a veces las hizo y a veces no. Yo siempre he pensado que esas películas de apuntes eran excusas para filmar «de otra manera». En realidad, él no tenía pensado hacer esas películas después.

Y esa era la idea, partiendo de los atracos de esta banda, yo sentía que había un espejo claro entre mi cinefilia, la situación social en España con la crisis y los propios atracos. Se trataba de hacer un ensayo que uniese esas cosas. Pero, ¿qué pasó? Que cuando conocí al Flako, me encontré que lo que él tenía que ofrecer era más interesante que mi plan inicial. Y algo de ese plan inicial queda, hay algo de crisis, de cinefilia, pero impera su presencia y nuestra relación.

Apuntes Para Una Pelicula De Atracos2

Porque tú cuando lo conoces, su personalidad te resulta impactante, ¿no?

Es una personalidad muy carismática y energética, y también muy tierna. Con él no tengo una especie de flechazo, la amistad se forja más bien a través de las cartas que él me va enviando, comentándome los libros que yo le envío, explicándome qué piensa. Ahí me voy dando cuenta de que tiene una mirada muy amplia y un talento natural como narrador, ya que me envía cartas de quince folios. Y luego también tiene una memoria visual prodigiosa, me describe cosas de las calles, de los bajos, las tapas de alcantarilla, las cornisas… con un nivel de detalle impresionante y a distancia, por carta o en cinco minutos por teléfono.

Todo eso me resultaba fascinante por su excepcionalidad, pero también porque me recuerda a películas como ‘Rififí’, donde hay unos tíos preparando durante meses un atraco hasta el más mínimo detalle para que salga perfecto. Que eso es lo que me gusta de las películas de atracos, más que los propios elementos de género negro. No me atrae el tema del noir, las sombras, que claro, eso nos gusta a todos. Más bien me gusta el proceso, aquellas en las que la trama de la película se detiene durante veinte minutos y te cuentan la ejecución física de un plan, eso me parece fascinante

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Y conforme te adentras en su personalidad y entras en cuestiones como su biografía, su familia, su tradición como delincuentes, dejas atrás el género negro y ya te sumerges en los códigos del documental clásico…

Sí, sí, así tal cual. Según yo le fui conociendo y fue surgiendo el sustrato psicoanalítico de su familia, su biografía, el influjo de su padre, su labor de aprendizaje como adolescente… de alguna manera quise que aquello tuviese una presencia en la película. Nuestra relación se ha basado mucho en una especie de complicidad casi humorística, pero por debajo había un sustrato grave que tenía que ver con su vida. Yo quería que la película se empapase de eso, y que ninguno de los dos tonos se obviara. Por eso voluntariamente la forma de la película cambia, al principio es más juguetona y hacia el final, cuando entran su madre y su segundo padre se vuelve más sobria y ortodoxa. Eso es completamente voluntario.

¿Hubo momentos en los que te encontraste con obstáculos en los que dijiste «Esto no va a salir»?

Lo sentí a menudo, sí. Hay una falla en la película, que contamos de la manera más suave posible, que es cuando su mujer le pone un ultimátum.

Pasas un poco de puntillas sobre el tema…

Sí, quise hacerlo así porque si incido mucho en eso al final la cosa se convierte en una película sobre un cineasta que no puede hacer su película, y no era lo que pretendía. Pero hay un momento en el que su mujer dice que o la película o ella. Y durante ocho meses dejamos de tener contacto, tiempo en el que yo estuve haciendo ‘Lo que la verdad esconde: El caso Asunta’. Pasado ese tiempo me escribió una carta en la que me decía que yo le estaba dando con el documental una oportunidad que él no podía dejar pasar.

Entonces retomamos el contacto, y eso condiciona muchas decisiones hacia atrás. Por ejemplo: mi chica está en la película porque no puede estar su chica. Mi hija está en la película porque no puede estar su hijo. Y yo estoy en la película en gran parte porque no puede estar él hasta muy avanzado el proceso. Ahí tomó forma la idea de la estructura en espejo, consecuencia de las propias carencias del documental

Precisamente de eso quería hablarte, de tu presencia nada disimulada en el documental, junto a tu chica, cuyo embarazo vamos siguiendo. ¿La intencion es siempre esa, la de suplir las ausencias del Flako?

En este caso concreto, sí. En mi primera película, ‘Mapa’, el objetivo era hacer un retrato de una parte concreta de mi vida. Aquí, de inicio, ese no era el objetivo. Pero no tenía sentido que la paternidad no estuviera en la película. Flako y yo hablábamos de tres cosas: atracos, libros y paternidad, porque él fue padre el día que le cogieron, cuando yo le conocí su niño tenía siete meses, y justo el embarazo de mi chica acababa de empezar. El primer año de nuestra relación hablábamos continuamente de ecografías, de amniocentesis y demás.

Luego además, su hijo es su motor. A mí a veces me preguntan «¿Tu crees que hay riesgo de que el Flako vuelva a delinquir?» Y la respuesta es que no, porque para él no hay nada más importante en el mundo que ejercer de padre. Y luego por otro lado está la paternidad hacia arriba, la relación con su padre. La paternidad era lo que nos unía a nosotros, lo que le motivaba hacia el futuro con su hijo y lo que le motivaba en el pasado por su padre. Pero no puedo ni grabarle a él, ni a su hijo ni a su chica, pero tengo a la mía, a mi hija y a mi paternidad.

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Ahora estás con una crónica de Alcasser para Netflix. ¿Te están ayudando tus primeros contactos con el género negro a través de ‘Apuntes para una película de atracos’?

Muchísimo. Yo era un gafapasta y un intelectual, y de repente me he metido en estos mundos a los que era completamente ajeno. Yo no había visto una pistola en mi vida, no había visto un sumario judicial hasta hace cinco años… Y de repente tuve acceso con ‘Apuntes…’ y ‘Asunta’ al mundo de la delincuencia, además desde dos perspectivas distintas. El de Asunta es un crimen que tiene lugar en un entorno de alta burguesía compostelana, mientras que el Flako es de Vallecas, lo que implica dos acercamientos policiales, de la justicia y mediáticos completamente distintos. Básicamente lo que pasa con esto es que en mi vida entra el periodismo. En mis películas hasta este momento, por ejemplo, no había entrevistas, todas estaban hechas desde el montaje, como un escritor escribe un libro.

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John Tones

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