7 RAZONES POR LAS QUE “LAS NIÑAS” PODRÍA GANAR EL GOYA A MEJOR PELÍCULA

Hoy es difícil encontrar una película como la de la directora Pilar Palomero. No solo en los cines, sino en los diferentes festivales de autor. De ahí que la crítica especializada no para de compararla con obras como ‘Cría cuervos’ o ‘El espíritu de la colmena’ realizadas hace ya más de cuarenta años y la reciente mirada a la pérdida incomprendida de ‘Verano del 93’ por Carla Simón. La mirada de Palomero es tan importante como lo que cuenta, una mezcla explosiva que convierte a un producto como ‘Las niñas’ en un referente cinematográfica y generacional para todas esas personas que en este momento estén pensando en estudiar cine. A pesar del falso despojamiento narrativo que puede llegar a parecer practicar la autora para ojos no entrenados en relatos más contemplativos y de más vida interna que externa en sus personajes, es difícil atribuir a ‘Las niñas’ la frialdad de algunos de sus referentes.

Estas son las siete razones por las que ‘Las niñas’ podría hacerse con el Goya a Mejor Película:

1. Acierto del formato: La brillantez en la funcionalidad del formato rectangular (4:3) sobre la obra y en sus diferentes niveles. Tanto para mostrarnos los límites del mundo de unas niñas, seres frágiles frente al adulto, incapaces de conocer que hay más allá, como para señalar al espectador donde se encuentran los puntos de atención en la historia. Siempre encuadrados, anulando el fuera de campo, con un testigo perenne y presencial: Celia (Andrea Fandos).

2. Recreación de una atmósfera: Pilar Palomero en su obra semiautográfica recrea una atmósfera de movimientos y cambios sociales inevitables. Para todo esto cuenta con la espléndida fotografía de Daniela Cajías. Encargada de hacernos comprender como ve el mundo Celia, un lugar gris y oscuro donde contradictoriamente en la luz se encuentran los mayores misterios. Reflejados aparecen: el tufo a arcaico que desprende el colegio como epicentro de la educación con la que estas niñas saldrán a este nuevo mundo, los
diferentes formatos de familia y la llegada de la pubertad. Iluminados con naturalidad y cargados de sórdidos silencios donde a veces con el sonido de una respiración se pueden detectar las diferentes emociones de sus protagonistas.

3. Retrato de una época: Zaragoza, 1992. La democracia está establecida, España entra en la OTAN. El país empieza a ejercer un sentimiento de modernez frente al mundo. Los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla van a posicionar a España en el punto de mira del planeta durante unos meses. Otros movimientos sociales u ocio culturales como la Movida ya forman parte del pasado y el país funciona en otra sintonía. Todas estas alternaciones empiezan a hacer mella en el mundo de ‘Las niñas’. Pilar Palomero demuestra que menos es más y que con una buena puesta en escena y ciertos referentes son suficientes para trasladar al espectador a esos lugares propicios donde entender mejor la obra.

4. La maduración triste: Palomero huye de los arquetipos en lo referente a historias de colegio: ni el bullying, ni alumnas populares, ni profesores macabros. Aquí lo importante es el lugar donde Celia dirige su mirada. Como si se tratara de una bajada a los infiernos la joven empieza a sentir con la llegada de una nueva estudiante el inicio de un cambio: el padre ausente, el despertar sexual, los cambios físicos, la importancia de los rumores, todo esto poco a poco convierten a la protagonista de ‘Las niñas’ en un ser a punto de emprender un incipiente viaje a la maduración. Quizás aquí se encuentren los mayores hallazgos del film.

5. Por no ser aburrida: Con un guion más que solvente. Pilar Palomero acierta en su relato imponiendo un ritmo agradable, deteniéndose en muchas ocasiones a contemplar y en otras menos a sugerir todo aquello que desestabilice y ponga en duda la percepción de Celia frente a su nuevo mundo como futura adolescente. Un guion sin costuras donde sus mecanismos, ocultos por los fructíferos hallazgos del relato y las aparentes improvisaciones de tus protagonistas, acaban siendo acertadamente funcionales.

6. Andrea Fandos: silencios y miradas poderosas. Un lienzo en blanco a punto de ser pintado. Así podríamos definir el rostro de Celia. Una niña de once años a punto de entrar en una nueva etapa de su vida. La mirada ausente de Andrea Fandos, su actitud ante el mundo de las mentiras y los secretos, y esa cualidad que poseen solo algunas actrices de poder plasmar en su rostro todo lo que les está pasando acaban convirtiéndola en uno de los grandes aciertos de la cinta. Cándida y rebelde, hija y enemiga de su madre. Pilar Palomero consigue entre diálogos y silencios a partes iguales, inspiradores y frutos de la improvisación, crear a un personaje más que empático dentro de un reparto coral elegido de manera muy acertada.

7. Anti revanchismo: No existe la idea de saldar cuentas o revanchismo en la obra de Palomero. Las protagonistas de ‘Las niñas’ libran una guerra subterránea. Seres sin mecanismos de defensa, aislados en lugares propios, colmados de preguntas sin respuestas y rabia contenida. Qué fácil hubiera sido para otros y otras señalar todo aquello que impide a estas niñas albergar lugares lúcidos y crear así enemigos previsibles y etéreos. Aquí subyace una de las cualidades más poderosas del film: en su determinación de colocar los mecanismos antagónicos de la historia en objetivos o ideas intangibles, pertenecientes a un estatus alejado del entendimiento de unas simples niñas. Todo un acierto.

Eduardo Parra
@EduaParra

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