Pactos con el diablo: Del Doctor Fausto a Dorian Gray (Parte II)

Pactos con el diablo: Del Doctor Fausto a Dorian Gray (Parte II)

FaustoPuede decirse que la idea de llevar el mito de Fausto a la gran pantalla es tan antigua como el cine mismo, reflejando la fascinación y el interés tanto de los creadores como del público por la historia del atrevido doctor. O tal vez el Diablo, ese gran vanidoso, no dudara un instante en utilizar el nuevo invento para hacerse publicidad o dar ideas a los incautos. Ya en 1896 Georges Hatot rodó un Fausto, producido por los hermanos Lumière. Al año siguiente George Albert Smith realizó Faust and Mephistopheles y el padre del cine fantástico, el gran Georges Méliès, Faust et Margueritte. Méliès volvería a tratar el tema en varios de sus shows fílmicos, como La damnation de Faust (1898) y Faust aux enfers (1903). Este último año Edwin S. Porter estrenó en Estados Unidos Faust and Margueritte, iniciando una serie de versiones sin mayor relevancia como Mephisto and the Maiden (Francis Boggs, 1909), Faust (J. Searle Dawley, 1909) o Faust and the Lily (Dell Henderson, 1913). Durante la etapa del cine mudo se rodaron más de cien films sobre Fausto, aunque la mayoría se han perdido. Hay que destacar El estudiante de Praga (Stellan Rye, 1913), que inauguró el cine fantástico alemán mal llamado “expresionista”, en la que el joven y alocado Balduin accede a firmar un pacto con el mago Scapinelli, que es, en realidad, un disfraz del Diablo, por el que se compromete a cederle algo de su propiedad a cambio de que sanee su ruinosa economía. Pero lo que desea el Maligno es su doppelgänger, su doble, que surge de un espejo frente al que le hace colocarse y que, puesto a su diabólico servicio, acabará arruinando la vida de Balduin y conduciéndole a la desesperación y la muerte. En 1926 Henrik Galeen dirigió una nueva versión de la historia, que muchos consideran superior.

el hombre que a vendido su almaFue ese mismo año cuando F. W. Murnau estrenó la versión definitiva del mito, dando otro ejemplo de su asombrosa capacidad visual y narrativa. El director de Nosferatu, el vampiro (1922) ofreció en su Fausto un fastuoso despliegue de maquetas, efectos especiales y decorados y un elaborado y complejo trabajo de maquillaje y luz, lo que unido al gran trabajo del trío protagonista (en especial del aterrador pero carismático Emil Jannings como Mefistófeles, que ofrece a Fausto el consabido pacto a cambio de que éste consiga detener una epidemia de peste) otorgó a la película una extraña mezcla de fuerza, potencia visual y poesía que la ha hecho mantener hasta hoy en día su turbadora energía, lo que no ha ocurrido con la otra superproducción de la época, la grandilocuente (y poco más) Metrópolis (Fritz Lang, 1927). 

Probablemente por su condición de obra insuperable, pasaron varios años hasta que se retomó el tema. De 1941 es El hombre que vendió su alma (The Devil and Daniel Webster/All That Money Can Buy), de William Dieterle, cuyo verdadero nombre era Wilhem y que había actuado en el Fausto de Murnau. En ella, el pobre granjero Jabez Stone vende su alma al Diablo que se le aparece encarnado en un tal Mr. Scratch a cambio de siete años de buena suerte, pero cuando llega el momento de cumplir su parte del trato se siente estafado y acude a Daniel Webster, un amigo abogado, para que le defienda de las malas artes del Maligno. En 1949, en pleno pánico nuclear, el francés René Clair dirigió La Beauté du Diable, donde Fausto utiliza sus poderes demoníacos para desarrollar nuevas armas, convirtiéndose en un despiadado dictador. En una visión de su propio futuro se ve conquistando y finalmente destruyendo el mundo.

al diablo con el diabloAfortunadamente, el amor por la gitana Margarita acaba salvándole de su trágico destino y el Diablo debe volver al infierno solo, dejando a un rejuvenecido Fausto y su amada disfrutando de las pequeñas cosas de la vida. En Damn Yankees (Stanley Donen, 1958) el Diablo, adoptando la identidad del señor Applegate, ofrece a Joe Hardy, un viejo senador de Washington y ex jugador de beisbol, rejuvenecerle y conseguir así que su equipo, los Washington Senators, ganen a los New York Yankees (los “malditos Yankees” del título) a cambio de su alma. Donen volvió al tema en 1967 en su estupenda comedia Bedazzled, en la que un pobre desgraciado vende su alma al diablo a cambio de la realización de siete deseos que incluirán la conquista de Margaret, la camarera de la que está enamorado. Pero como no podía esperarse otra cosa del Maestro del Engaño, los deseos tienen trampa… Bedazzled fue objeto de un remake en el año 2.000 a cargo de Harold Ramis, que en nuestro país se llamó Al diablo con el diablo, con Brendan Fraser como el tentado y la hermosa Elizabeth Hurley como el diablo. También en 1967 Richard Burton codirigió junto a Nevill Coghill Doctor Faustus. Lo que pretendía ser una adaptación seria de la obra de Marlowe se quedó en una torpe y confusa producción tanto a nivel estético como narrativo; un mero vehículo para lucimiento de su entonces esposa Elizabeth Taylor. En La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968) se deja entrever que Guy, el actor casado con Rosemary, consigue el papel que anhelaba después de que su rival se quede ciego a cambio de aceptar que la secta de adoradores del Diablo que viven en su edificio prepare el terreno para ofrecer a la joven a su señor y que ésta engendre al Anticristo. ¿O tal vez todo son imaginaciones de Rosemary?

El fantasma del paraíso (Brian De Palma, 1974)En 1969 nuestro Gonzalo Suárez realizó una muy particular versión del mito que llamó El extraño caso del doctor Fausto, en la que el protagonista no es tentado por el Demonio, sino por el enviado de unos extraterrestres que vigilan con recelo sus experimentos. En El fantasma del paraíso (Brian De Palma, 1974), el músico Winslow Leach es engañado por el malvado Swan, que le roba su música y le destroza la vida (y la cara). Swan ha hecho un pacto con el Diablo, que le ha otorgado la eterna juventud a cambio de que le consiga nuevas almas entre las que se incluirán, por supuesto, la de Leach y la de Phoenix, su amada. Como no podía ser de otra forma en los tiempos modernos, los pactos son guardados en cintas de vídeo y se mantendrán vigentes mientras éstas no sean destruidas, algo que después de no pocas peripecias consigue el infortunado músico. También en el mundo de la música está ambientado Doctor Faustus (Franz Seitz, 1982), una adaptación del Fausto que Thomas Mann publicó en 1947, en la que el compositor Adrian Leverkuehn recibe del Diablo la oferta de ser tocado por la genialidad a cambio de su renuncia al amor.

Y es que el colectivo de los músicos ha sido uno a los que, clásicamente, se ha acusado de tener tratos con el Maligno. De Niccolò Paganini (1782-1840) se decía que había vendido su alma al Diablo a cambio de su prodigioso talento con el violín, y el poeta alemán Heinrich Heine llegó a afirmar en sus Noches florentinas que había visto al mismísimo Belcebú dirigiendo su brazo durante una actuación. Del líder de Led Zeppelin, Jimmy Page, se dijo que había convencido a sus compañeros para firmar el infame pacto a cambio del éxito, y que fueron pioneros en la técnica del backmasking, es decir, la grabación de mensajes subliminales exhortando a Satán que podían oírse haciendo girar el disco al revés en canciones como Stairway to Heaven. Se dijo que las trágicas y misteriosas muertes del hijo de Robert Plant y de su batería, John Bonham, fueron el pago de la deuda contraída con Satanás. Siguiendo su estela, podría decirse que todos los grandes del heavy, desde Black Sabbath a Iron Maiden, pasando por Venom, W.A.S.P, AC/DC, Judas Priest, Slayer o Kiss fueron acusados en algún momento de satanistas, algo que no se molestaron demasiado en desmentir dada la legión de fans amantes del Lado Oscuro que les proporcionaba su diabólica fama. Una leyenda menos conocida es la de Robert Johnson (1911-1938), considerado uno de los mejores bluesman de todos los tiempos, de quien se dijo que como no tenía demasiado talento, hizo un pacto con el Diablo a medianoche en la intersección de las autopistas 49 y 61 en Clarksdale, Mississippi, adquiriendo de este modo las habilidades que deseaba y asombrando a todos los que acudían a sus conciertos. Murió joven, envenenado por un marido celoso, pero lo que se dijo fue que el Diablo se había cobrado su deuda antes de lo esperado. Basándose en su historia, Walter Hill dirigió en 1996 la notable Crossroads, en la que un joven guitarrista blanco conoce a un anciano músico de blues negro que en su juventud firmó un pacto con el Diablo y que teme que le ha llegado la hora de entregar su alma. Cuando finalmente aparece, el Príncipe de las Tinieblas es un afro-americano que se hace llamar Mr. Scratch, en un claro homenaje a El hombre que vendió su alma. En esta ocasión es el amor y la admiración que el joven siente por el viejo y el poder de la música lo que acaba burlando al Maligno.

corazón de ángelEl corazón del ángel (Alan Parker, 1987), basada en la novela de William Hjortsberg, es un magnífico thriller negro con vetas de ocultismo. El detective Harry Angel (Mickey Rourke, cuando todavía parecía humano) es contratado por un misterioso hombre de negocios llamado Louis Cyphre (Robert de Niro, con uñas largas y barbita a lo Baphomet) para que encuentre a un tal Johnny Favorite, un cantante que había contratado con el que dice tener una cuenta pendiente y que desapareció tras la Segunda Guerra Mundial. Después de una búsqueda en la que no faltan cadáveres y ritos vudú en Nueva Orleans, acaba descubriendo que él y Favorite son la misma persona, responsable de una serie de crímenes bajo las directrices de Cyphre, que no es otro que el mismísimo Satanás, a quien Johnny intentó engañar después de venderle su alma. En 1993 el hijo de Charlton Heston, Fraser, dirigió La tienda, basada en la novela del mismo título de Stephen King. Un misterioso y mefistofélico extraño llamado Leland Gaunt abre una tienda en Castle Rock llamada Cosas necesarias donde ofrece todo lo que cada cual anhela a cambio no de dinero sino de pequeñas travesuras que van enturbiando el ambiente del pacífico pueblo hasta convertirlo en un auténtico pandemónium. Sabido es que sin carne no se puede hacer un buen guiso y en esta ocasión, lamentablemente, lo que falla es la historia, al basarse en una de las peores novelas de King, que recuerda demasiado a la magistral El carnaval de las tinieblas, de Ray Bradbury. A pesar de ello, se deja ver.

Del año siguiente es la interesante Faust, una auténtica obra de arte donde el director checo Jan Svankmajer combinó actores reales, animación y marionetas para contar la inquietante, surrealista y mágica historia de un hombre que en la Praga actual es atraído al backstage de un extraño teatro, donde comienza a leer el libro de Goethe. De repente, se encuentra metido en el papel de Fausto, dentro y fuera del escenario, enfrentado a las fuerzas del mal y a demonios con la forma de marionetas vivientes. Finalmente muere en un misterioso accidente de coche y un nuevo Fausto es elegido para repetir su trágico destino en un diabólico círculo sin fin… 1997 fue el año de Pactar con el diablo, de Taylor Hackford, una fábula faústica moderna en la que el Diablo, encarnado en John Milton, el elegante, seductor e ingenioso jefe de un reputado bufete de abogados (interpretado por un histriónico Al Pacino) pone a prueba la ambición del joven letrado Kevin Lomax (Keanu Reeves), lo que acabará costándole la vida a su esposa Mary Ann (Charlize Theron). Milton pretende así preparar el terreno para que Kevin (que es en realidad su hijo) deje embarazada a su hermanastra, Christabella, y que ésta dé a luz al Anticristo. En el último momento Kevin se suicida, creyendo frustrar así los planes del Maligno. Pero el juego vuelve a empezar…Magnífico el monólogo final de Pacino: “¡Soy un devoto del hombre!, ¡Soy un humanista!, puede que el último humanista…”, en contraposición a Dios, que mientras lleva a los humanos “como marionetas, de un lado a otro”, “¡Se descojona! ¡Se parte el culo de risa! ¡Es un payaso! ¡Es un sádico! ¡Es el peor casero del mundo!”

ghost riderDe ese año también es Spawn, de Mark A. Z. Dippé, basada en los cómics de Todd McFarlane, en la que el agente del gobierno Al Simmons es asesinado por su jefe y decide hacer un pacto con el Diablo para volver a la vida y llevar a cabo su venganza, convertido en un horrible y desfigurado demonio. También está basada en un cómic (en este caso de David Quinn y Tom Vigil) la infame, pretenciosa y ridícula Faust. La venganza está en la sangre (Brian Yuzna, 2000), en la que John Jaspers vuelve del Infierno convertido en un vengador de largas garras metálicas y aspecto de drag queen carnavalesca dispuesto a no dejar títere con cabeza. El motorista fantasma, el clásico personaje de la Marvel, fue llevado a la gran pantalla por Mark Steven Johnson en 2007 con el título de Ghost Rider, siendo interpretado por un Nicolas Cage con la misma cara de póker que suele gastar últimamente. En esta desafortunada adaptación del cómic, Johnny Blaze pacta con el Diablo entregarle su alma a cambio de que su padre se cure de un cáncer de pulmón, pero el Gran Embaucador se la juega y aunque el pobre hombre se cura del cáncer, muere realizando uno de sus saltos en moto. Así que, obligado a cumplir su parte del trato, años después vemos las andanzas de Johnny que por el día es un motorista acróbata y por la noche un flamígero demonio motorizado obligado a hacer cumplir la voluntad del Maligno, que en esos momentos está centrado en meter en vereda a su hijo, que le ha salido un poco rebelde…

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