Liga de la Justicia

El Universo Cinematográfico DC, tal y como lo conocíamos, está acabado.

El curioso, sorprendente y un poco triste decirlo tras presenciar la que debería ser su película insignia pero lo cierto es que Liga de la Justicia remueve los cimientos construidos hasta ahora de tal manera que no queda lugar para otra opción en el futuro que no sea la de echar por tierra todos los planes sugeridos hasta el momento por parte de Warner Bros. a la hora de planificar las adaptaciones de la editorial de cómics. Van a seguir haciendo películas pero ya no serán como habían prometido hasta ahora.

El estudio lleva desde que anunció este proyecto en una lucha constante contra sí mismo, con una falta de visión global sobre cuál era su objetivo –más allá de “vamos a copiar lo que hace la competencia”–, cambios creativos constantes y una política de toma de decisiones basada en el miedo: miedo al fracaso y al rechazo de los fans y el público general que ha propiciado que en cada nueva película se haya intentado corregir lo ocurrido en la anterior, cayendo a su vez en nuevos errores.

El final de El hombre de acero causó tal controversia que hizo que repensasen su plan de hacer una secuela a la antigua usanza y se decidió que la mejor manera de potenciar su atractivo era meter a Batman en pantalla, con la destrucción de Metrópolis servida como punto de partida para el conflicto. De ahí nació Batman v Superman: El amanecer de la justicia, que a su vez volvió a causar polémica por la representación oscura de ambos héroes y la confusión general ante su montaje y la mezcla de estilos e ideas futuras, sueños mediante.

La feroz respuesta de la crítica y los fans hizo saltar nuevamente las alarmas en Warner y desembocó en que los responsables de la película se replanteasen cómo encarar la siguiente entrega e integrar esas quejas para intentar dar un giro de 180º desde antes incluso de que comenzase el rodaje. Es pertinente recalcar esto porque Liga de la Justicia, más que ninguna otra de las predecesoras de este Universo, es una película que huele a cinta de estudio en la peor de sus definiciones posibles. Cada escena telegrafía las notas sugeridas desde arriba y sus ambiciones por crear un ambiente más optimista y heroico están empañadas por una sensación constante de espectáculo artificial y poco honesto. Cada minuto de metraje recalca lo mucho que quiere agradar al público de tal manera que te hace preguntarte si verdaderamente hay alguien detrás a quien le importe de verdad lo que están contando o solo es una pose para aparentar que están dispuestos a cambiar.

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© Warner Bros.

Batman v Superman no era ni una maravilla ni el desastre colosal del siglo; era una película fallida, con muchos problemas internos y decisiones cuestionables pero también aspectos muy apreciables. Al igual que ocurría con El hombre de acero, BvS tropezaba en su camino, pero lo hacía porque se atrevía a dar pasos en terrenos en los que otros ni se adentrarían. En medio de la saturación de líneas argumentales, cameos, guiños a futuras películas… había lugar para cuestiones morales, teológicas y políticas muy interesantes que alejaban de lo típico del género. Zack Snyder ya había tratado muchos de esos temas en Watchmen previamente, pero aun así seguía siendo un enfoque refrescante conjugar ideas potentes sobre la xenofobia, la convivencia de un dios entre la humanidad y los límites de un justiciero caminando en la línea de la justicia-venganza a la vez que mostraba guantazos a mano abierta entre los dos iconos de DC.

Se pueden decir muchas cosas de Batman v Superman pero al menos era una PELÍCULA que tenía un propósito y una ideas detrás. Y ese compromiso por ofrecer algo de sustancia es digno de ser respetado, escena de “Martha” incluida. No todo llegaba a cuajar pero nadie puede acusar a Zack Snyder y compañía de no haber arriesgado. Si había que caerse, que fuese con todo el equipo; sin mirar atrás.

Liga de la Justicia no tiene tiempo para pararse en nada de eso. La cinta del supergrupo que aúna las aventuras de Batman, Superman, Wonder Woman, Aquaman, Cyborg y Flash existe con el único propósito de juntar a todos en pantalla y pasar el trámite necesario para impulsar sus películas en solitario. No es el resultado de años de preparación, de “todos los caminos nos han conducido a este punto”… es una casa que se había empezado a construir por el tejado y que una vez terminada es mejor dejar ahí apartada y pasar de largo para dedicarse a edificaciones más estimulantes.

© Warner Bros.

Warner, para distanciarse creativamente / intentar recortar la ventaja que le lleva Marvel, decidió que sacar la película en conjunto y de ahí continuar con las ramificaciones de los héroes individuales era el mejor camino a seguir, dando como resultado que haya que explicar la presencia de nuevos personajes en esta película pero a la vez sin comprometerse a un desarrollo adecuado porque eso tiene que quedar reservado para sus spin-offs.

La trama coloca a Batman y Wonder Woman –embajadora del Universo DC en este momento tras el éxito de su película– en su búsqueda de reclutas para hacer frente a la invasión de Steppenwolf y sus parademonios, sugeridos en la escena de pesadilla de Batman v Superman como anticipo a la futura llegada de Darkseid, el gran villano a batir. Material estándar de los buenos contra el malo maloso con nulo poso dramático y con tal velocidad para presentar a los personajes que apenas tiene tiempo para desarrollar nada. Tiene que ser a la vez Liga de la Justicia, secuela de los visto anteriormente y parche para arreglar el camino de cara al futuro.

Ya conocíamos a Superman, Wonder Woman y Batman, así que medio camino estaba andado, o eso se podía pensar porque los personajes no son los mismos. Diana Prince, aunque tenga a Gal Gadot irradiando pureza, no es exactamente la misma que la representada en la película de Patty Jenkins; Ben Affleck interpreta en piloto automático a un Bruce Wayne / Batman completamente diferente a la bestia llena de ira de Batman v Superman –y después de esto, los rumores sobre su posible abandono para que otro actor se ponga el traje suenan a bendición–; y Henry Cavill… pues es finalmente Superman, el Superman canónino y sonriente que todo el mundo tiene en mente, pero para poder lograrlo se ha tenido que pasar por una aberración digital propiciada por la eliminación del bigote que lucía el actor en las regrabaciones, ya que se produjeron mientras tenía que rodar la sexta entrega de Misión Imposible.

No, no es algo minúsculo que se pueda pasar por alto; la mala gestión de producción que ha catapultado el presupuesto a unos 300 millones desluce cualquier intento de crear un aura de armonía. Cuando Superman sonríe, además de felicidad, transmite que le está pasando algo extraño en la cara. El legado de esta película es un lifting facial hecho a última hora porque no se pudieron poner de acuerdo con otro estudio.

© Warner Bros.

Y, por desgracia, no es un hecho aislado. En grandes películas de este estilo muchas veces se cae en momentos “Nos hemos quedado sin dinero”, pequeños tramos donde se nota que el trabajo no está a la altura del resto de la película. Aquí no es cosa de un momento, es el estándar que envuelve toda la producción; Liga de la Justicia es el blockbuster más caro y con aspecto más “low cost” de la historia del cine.

Casi todas las escenas están grabadas en interiores, siempre con planos cerrados para ocultar las carencias de los escenarios, y las pocas a la luz del día colocan a nuestros héroes troquelados delante de una pantalla verde. Desde la desastrosa concepción del villano como un muñeco CGI salido del 2003 y acompañado de una horda de masillas, pasando por una ciudad envuelta en brumas rojizas donde viven única y exclusivamente cuatro personas esperando ser rescatadas y que deben hacer de proxy con el espectador, hasta llegar a una pelea que sobre el papel debería ser uno de los momentos álgidos del género por los personajes a los que involucra y se queda en una recreación que parece hecha por cuatro aficionados tomándose a broma toda la trascendencia que prometía la resolución del anterior encuentro… todas las decisiones, ya sean producto del original o de las regrabaciones posteriores, son un error detrás de otro.

La película carece de entidad en el ámbito cinematográfico y artístico, con la excepción del vestuario, y esto es especialmente doloroso porque Zack Snyder jamás había firmado un trabajo en estas condiciones. Se puede discutir sobre el resultado global de sus películas pero este director siempre había garantizado un mínimo a nivel audiovisual.

El cansancio que podía arrastrar el propio Snyder –recordemos que ha empalmado tres películas de estas características, con el rodaje de esta última comenzado de manera inmediata tras el estreno de la anterior–, la presión del estudio, la falta de colaboradores vitales como el director de fotografía Larry Fong –sustituido en esta película por Fabian Wagner, responsable de media docena de episodios de Juego de Tronos y diversas series británicas– y las regrabaciones a tres meses del estreno han convertido a Liga de la Justicia en la cinta más pobre de la filmografía del director de 300 y Watchmen; una pálida imitación de lo visto en El hombre de acero y Batman v Superman que luce como si hubiera costado una cuarta parte de lo que en realidad ha costado. Solo hay un par de escenas donde se intuye un nivel consecuente con el tamaño de esta producción y el bagaje previo del realizador: los momentos donde Flash da rienda suelta a sus poderes y un flashback troceado y con voz en off narrando lo que ocurre en la primera batalla de las Amazonas, Hombres y Atlantes contra las huestes de Steppenwolf. Unos treinta segundos en total; el resto es indigno y una injusticia.

© Warner Bros.

Sería fácil culpar a Whedon, ya que es el autor de las regrabaciones, pero el guionista-director no es alguien que estuviese aburrido un día en casa y dijese “Voy a ir a joderle la película a Snyder”. Whedon ha hecho lo que mejor sabe y lo que medianamente ha podido para “arreglar” el guión bajo las órdenes de WB y nadie podría haberlo hecho mucho mejor dado el ajustado calendario que manejaban. Vengadores: La era de Ultrón era una película con serios problemas y, aún con todo, era mejor que este desaguisado, así que no se le puede acusar de incapacidad o no estar a la altura de una producción de este tamaño. Simplemente estamos ante un caso de lugar y momento equivocados, con una serie de decisiones que se deberían haber tomado de manera reposada y no cuando el tren ya estaba en marcha y no se podía parar.

La película ha sido víctima de las prisas y de su propia existencia; se ha hecho en un momento complicado tanto por la presión interna como por causas externas y personales que han afectado a las personas involucradas en ella y al final ha salido algo a medio camino. Ni es la conclusión final al marco postapocalíptico que prometía BvS, ni tampoco es una película de grupo donde todos los engranajes encajen y te deje con ganas de ver otra entrega. Es un apaño hecho con la esperanza de encauzar este Universo hacia una nueva dirección, siempre y cuando no vuelvan a cambiar de idea, y la promesa de que las películas de Aquaman y Flash –Ezra Miller es lo mejor de la película, con amplia diferencia– puedan ser decentes, además de contar con cierta seguridad para Wonder Woman 2. Hay un par de momentos inspirados con interacciones entre los héroes y diálogos ingeniosos que prometen cosas para el futuro si uno es capaz de obviar el envoltorio problemático que rodea todo lo demás.

En el fondo eso es lo que se puede rescatar de Liga de la Justicia: proporciona un mínimo entretenimiento si no se le exige demasiado; tiene momentos divertidos, es ligera y todos los héroes tienen su momento para lucirse. Quien no quedase convencido con la gravedad de Batman v Superman y buscase algo más acorde a las producciones de dibujos animados directas a dvd de DC, tiene en esta película la respuesta a sus plegarias. Da lo que “quería” ver el público y sólo ha tenido que pagar el precio de perder cualquier atisbo de personalidad por el camino para lograrlo.

Ahora solo queda desear que los implicados hagan examen de conciencia sobre lo que ha llevado a este punto y esperar que se tomen las decisiones adecuadas para el futuro.

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