Inferno

El universo de Dan Brown vuelve a los cines. El que iniciase la moda de la novela de intriga con claros tintes conspiranoicos, mezclando a conveniencia episodios históricos curiosos, sectas, y una idea del arte como vehículo para mensajes ocultos, pasa su segunda reválida en las salas con la adaptación de Inferno de la mano, una vez más, de Ron Howard.

Partamos del hecho de que este género, como le pasa a buena parte del de catástrofes, es una horterada. Ideas locas planteadas mediante una torsión de lo científico/histórico que les den un barniz de verosimilitud y las hagan parecer serias, trascendentes y apocalípticas. Cada nueva película de este tipo nos enfrenta al peor reto que se haya enfrentado la humanidad jamás, pero con un plus de moralina que en este caso se nutre de los movimientos ecologistas.

inferno-1

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Inferno nos sitúa ante un magnate y filántropo mutado en terrorista que para poner remedio a la sobrepoblación que afecta al planeta decide crear un virus que reducirá drásticamente el número de vidas humanas. Un antibiótico planetario, vamos. ¿Cómo encaja Robert Langdon, experto en iconografía y simbología religiosa, en todo esto? Francamente mal. Para justificar su presencia se hace necesario crear un enigma que cumpla con la tradición de la saga: cuadros, ilustraciones, esculturas y Tom Hanks paseando por museos muy preocupado. Una trama construida como un rastro de migas de pan, a cada cual más innecesariamente rebuscada y a la vez intrascendente. Entre tanto, persecuciones, sicarios, la OMS y una organización privada secreta van dando vidilla al surtido de escenas más o menos entretenidas que harán que lo chorra del planteamiento entre con vaselina (aunque no mucha).

Ron Howard no es manco, es un tipo que maneja bien el ritmo y sabe dirigir actores, más aún si se trata de gente tan talentosa como Hanks. Pero aquí ninguno de ellos consigue dar empaque al guión de David Koepp, otro con buen pedigrí, que aquí se limita a que las escenas fluyan rápido sin que ninguna de ellas tenga el más mínimo elemento destacable. A mí me surgen dos preguntas: ¿Por qué Howard o Hanks se suben por tercera vez a este tren que ya sabemos que difícilmente va a llegar a buen puerto? ¿Y por qué entre todos no han podido siquiera ofrecer una set piece de las que justifican un pretendido blockbuster? Me atrevería a decir que el momento más destacable es la escena que abre la película, una de las pocas en la que Hanks no está presente.

inferno-2

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Hace ya tiempo que el fenómeno de Dan Brown pasó su punto álgido, en buena medida gracias a todos los escritores y “periodistas de investigación” que se subieron al carro de las conspiraciones locas saturando al público de todo eso. Algo parecido a lo que pasó con el terror oriental hace unos años. Modas que vienen con el mismo ímpetu con el que se van, dejando por el camino a directores desubicados tratando de exprimir una naranja que ya está medio seca. Lo sorprendente es que en lo que dura el fenómeno apenas haya obras que aporten algo interesante y ésta, en donde ya se nota el hastío y la cuesta abajo, menos aún.

Lo único que está claro a estas alturas es que ya nadie se lleva a engaño. Sabemos que clase de literatura ofrecen esos libros y que clase de cine nos traen estas películas. Entretenimientos muy alejados de la traumática revelación de una realidad que nos ha sido ocultada durante siglos. En el mejor de los casos no dará un rato divertido en el cine y en el peor, una mala película. Aquí la cosa se queda a medio camino, aunque más cerca de lo segundo que de lo primero. Como decía, ya ni siquiera hay concordancia entre la naturaleza de la trama y la de su protagonista.

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