'Dirty Dancing' cumple 30 años: por qué se ha convertido en una de las películas icónicas de los 80

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Creo que no soy capaz de decir las veces que he visto ‘Dirty Dancing’ (Emile Ardolino, 1987). Y no porque me dé vergüenza porque la cifra sea prefectamente desorbitada, sino porque la vi tantas veces que perdí la cuenta. De verla casi en bucle en los 90 en el viejo VHS, a hacerlo cada vez que la emitían por televisión hasta comprarla en DVD. Y no, nunca me canso y jamás me arrepentiré de decirlo.

‘Dirty Dancing’ se estrenó hace 30 años, en 1987, aunque a nuestro país llegó un año más tarde. Y aunque al principio sus productores no daban un duro por ella, ha terminado convirtiéndose en una película de culto, un clásico moderno al que nadie puede resistirse que nos ha dejado frases icónicas y bailes que pertenecen ya al imaginario colectivo.

Repasamos algunas de las claves por las que la cinta que convirtió a Patrick Swayze y Jennifer Grey en iconos de los 80 para terminar siendo una película de culto, aunque nadie daba un dólar por ella antes de su estreno.

El éxito inesperado

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Desde que tan sólo era un guión, ‘Dirty Dancing’ parecía destinada al fracaso. Eleanor Bergstein, su guionista, trató de vender el libreto sin éxito durante años. El guión fue de cajón en cajón de ejecutivos de Hollywood hasta que de pronto, cayó en las manos de Vestron Pictures, una pequeña productora que tuvo muy poca vida a finales de los 80.

Sin embargo, con ‘Dirty Dancing’ acertaron y terminó siendo su gran apuesta. Aún así, no confiaban del todo en ella, y su plan inicial era estrenarla directamente en vídeo. Por suerte, algo hizo que cambiaran de idea y la película, que contó con un escasísimo presupuesto de 6 millones de dólares, terminó recuadando 214 millones de dólares en todo el mundo, una cifra que hace 30 años convirtió a la película en un gran fenómeno.

No sólo eso: su espectacular banda sonora vendío 32 millones de copias sólo en EE.UU y al año siguiente, en 1988 fue la cinta más alquilada en los videoclubs. Con todo esto, y en los siguientes 30 años, la película siguió obteniendo beneficios con la venta de la banda sonora y con la llegada del DVD, por no hablar de sus innumerables adaptaciones teatrales, su secuela (dirigida por Guy Ferland y muy mala, ¿pero qué más da?), varios reestrenos y su espantoso remake emitido este mismo año por la norteamericana ABC.

La aparente típica historia de amor de verano

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Una de las grandes bazas de ‘Dirty Dancing’ es, sin duda, su romántica historia de amor. Es más, se trata de la definición del perfecto amor de verano (si os acordáis, la incluí en mi especial de amores de verano), pero lo cierto es que es muchísimo más que eso, como os explicaremos más adelante. Pero ahora, centremonos en su trama principal.

Estamos en 1963 y Baby Houseman (Jennifer Grey) es una idealista e inocente joven que se enfrenta a su último verano familiar antes de trasladarse a una prestigiosa universidad, donde planea formarse y hacer todo lo posible por cambiar el mundo. Acude con sus padres y su hermana a pasar las vacaciones a un -para entonces ya anticuado- resort en las montañas llamado Kellerman.

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Lo que Baby no espera, entre espectáculos de magia cutre, clases de salsa para jubilados y las excesivas atenciones que recibe del prepotente sobrino del dueño del lugar, es toparse con Johnny Castle (Patrick Swayze), el atractivo profesor de baile del lugar. Una situación comprometida, hará que Baby ayude a Johnny y sus amigos -el resto de empleados del hotel-, a salucionarlo. Y esto supondrá que Johnny la enseñe a bailar y pase más tiempo de lo deseado por su padre con los empleados del hotel, o sea, la «plebe».

Por suerte, Baby sabe que su padre está muy equivocado y su atracción y sentimientos por Johnny -que son recíprocos- harán que viva una romántica y apasionada historia de amor, en el que ella descubrirá el sexo y demostrará que el mundo empieza a liberarse de prejuicios, y él descubrirá que el amor y la confianza existen.

El empoderamiento femenino, el aborto y las diferencias sociales

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Pero si por algo tuvo éxito ‘Dirty Dancing’ y sigue viéndose y viviéndose -deberíais ir a ver alguna de sus proyecciones en Sing-Along- con tanta intensidad es porque fue capaz de esconder dentro de una típica película sobre un amor de verano, varios mensajes importantes que ponían en duda y criticaban las libertades y buenrollismo de la sociedad norteamericana.

«I carried a watermelon!» («¡Traje una sandía!»). Esta es la primera frase que Baby dice frente a Johnny. Pura inocencia y puro nerviosismo de una niña frente a un hombre en apariencia confiado y seguro de si mismo y por el que se siente -quizá por primera vez-, atraída sexualmente. Un comienzo que parece indicar que el dominante en esta historia de amor será él, cuando lo cierto es que será totalmente al contrario.

Baby encuentra mucho más estimulante pasar su verano rodeada de los empleados del hotel, muy más vividos, con los pies más en la tierra, más luchadores por salir adelante. Son los principios de la década de los 60 y con jóvenes como Baby parece que las cosas están cambiando, aunque para su familia las diferencias entre la clase media-alta norteamericana y la clase trabajadora son prácticamente inquebrantables, hasta que Baby, demuestre lo contrario.

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Junto a la ruptura de la diferencia de clases, ‘Dirty Dancing’ también se posiciona a favor del aborto, todavía hoy en día, un temá bastante delicado. En la película, la compañera de baile de Johnny se queda embarazada de uno de los estudiantes universitarios que pasan el verano trabajando en el resort conquistando jovencitas ingenuas de familias bien. De nuevo, el poder de la diferencia de clases y su empeño en menospreciar a los de rangos inferiores.

Un embarazo puede arruinar su carrera, sin contar la calidad precaria de vida, y decide abortar -sin ayuda del padre, obviamente- con todo lo que ello conlleva: sumas inalcanzables de dinero para el procedimiento y el riesgo de dar con un médico de pocamonta y arriesgar la vida. Baby, defensora de la verdad y lo qué es justo, ayudará a la bailarina a abortar, aunque ello suponga recurrir a su decepcionado padre.

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Estimulante es también el viaje del personaje de Baby, de aquella inocente chica que trajo una sandía, a la mujer valiente, luchadora y defensora en la que se convierte al final. Una evolución que contrasta con el casi nulo personaje de su madre -interpretada por la maravillosa Kelly Bishop-, siempre al margen de todo y más preocupada porque su hija ponga la espalda recta que por la revolución emocional que está atravesando.

En ese verano, Baby perderá su inocencia al descubrir que el mundo no es como se lo habían enseñado. Sale de su burbuja por primera vez en su vida y descubre lo miserable de una vida sin privilegios y donde hay que luchar día a día por salir adelante. Baby descubre el sexo y se entrega al amor como nadie, cambiando la forma de entender la vida de Johnny, tan prejuicioso ante la clase alta como al revés -y con razón, también hay que decirlo-.

La química a medias

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Pero para contar semejante historia se necesitaba una pareja única y con una química explosiva, aunque aparentemente contradictoria. Los elegidos fueron Patrick Swayze, de físico imponente y mirada tierna y que por aquel entonces ya había protagonizado la miniserie ‘Norte y Sur’ para la ABC y Jennifer Grey, muy alejada de los que se conocen como cánones de belleza standard y prácticamente una desconocida.

Cuando estaban juntos saltaban chispas. Literalmente y de dos formas distintinas. Aunque frente a la cámara eran irresistibles, tras ellas no se podían ni ver, o eso cuenta la leyenda. Al parecer Grey y Swayze no se aguantaban en la vida real y apenas se dirigían la palabra entre tomas. Una mala relación que, sin dudas, no se notaba en la pantalla, al contrario: el primer encuentro sexual de Baby y Johnny tuvo que ser censurado por ser demasiado…erótica. Gracias a Youtube, podemos verla entera.

Sin embargo, ninguno de los dos confirmó -lógicamente- está mala relación y sin ir más lejos, tras la muerte de Patrick Swayze en 2009 a causa de un cáncer de páncreas, Jennifer Grey dijo en alguna entrevista porque funcionaban tan bien en pantalla juntos:

Era un grandísimo bailarín y no tenía mido. Su valentía y mi cobardía, juntos era como un matrimonio donde tienes dos personas totalmente opuestas. Él se atrevía a todo, y yo tenía miedo a todo.»He was a great dancer and he was fearless.

La banda sonora de ensueño

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¿Quién no ha escuchado «Time of My Life»? Voy un poco más allá: ¿quién no conoce la secuencia final de la película con ese «No dejaré que nadie te arrincone» y ese salto? Y un poco más: seguro que más de uno lo intentó de niño en la piscina con sus primos -¡yo!-. Y es que ‘Dirty Dancing’ tiene una de las mejores bandas sonoras de los 80 y eso es indiscutible.

Repleta de grandes éxitos de la época, como ya dije antes, vendió en su momento 32 millones de copias en todo el mundo -una cifra que habrá incrementado con los años-, convirtiéndose en uno de los álbumes más vendidos de la historia. Compuesta originalmente por 12 canciones de artistas como The Ronettes, The Blow Monkeys, Bruce Channel y el mismísimo Patrick Swayze, interpretando ‘She’s Like the Wind’.

Así que no, no me arrepiento a decir que he visto ‘Dirty Dancing’ más de mil veces, probablemente. Porque escondido en su apariencia algo kitsch y algo hortera tan característico de las películas de los 80, hay una genial y efectiva película coming-of-age sobre la pérdida de la inocencia, el despertar sexual y la igualdad y todo ello, a ritmo de ‘Hungry Eyes’ y los pies de Patrick Swayze. Así que, todo bien.

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LuciaRos

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