CRÍTICA DE “EL PASTOR”, UN CANTO NATURISTA QUE PIERDE EL RUMBO DE SU REBAÑO

El inicio de El Pastor -tercer largo de Jonathan Cenzual Burley tras las más experimentales El año y la viña y El alma de las moscas– nos presenta de forma idealizada la figura de un pastor, Anselmo, convirtiendo en utopía su modo de vida. El director, autor también de la fotografía, busca una empatía con el personaje.

El retrato de su día a día se convierte casi en una experiencia sensorial, amparado en una hermosa fotografía y una envolvente banda sonora. Esta primera parte del relato, más contemplativa, puede recordarnos al cine de autor latino. Sin embargo, el director huye de largos planos fijos, recurriendo una gran variedad y cambios de plano, a menudo con la cámara en movimiento que acompaña al pastor en su día a día mostrando bellas escenas pastorales, el amanecer, los corderos, el vino. Definitivamente, Anselmo se siente realizado en su vida, y el espectador lo percibe.

En ese momento, el filme nos sugiere también una inminente historia romántica con la librera, una mujer apartada del egoísmo que define al resto de personajes y que, probablemente, podría comprender y adaptarse a su modo de vida en paz, sin los lujos y comodidades que exige la sociedad actual. Sin televisión ni móvil, Anselmo solo se refugia en la lectura, lo que nos sirve acertado alegato adicional del film para otro placer que se está perdiendo.

En su canto a la sencillez en un cada vez más opresivo escenario de codicia -fiel reflejo de la sociedad actual- reside la mayor virtud de El Pastor. Tras ese primer acto, la cinta entra de lleno en la crítica social, girando hacia thriller y el inevitable drama en una tensión in crescendo, bien narrada desde el punto de vista visual y técnico. Las tonalidades cambian mientras el espectador, claramente posicionado, acompaña al protagonista en su reivindicación.

Sin duda, un gran acierto es la elección de Miguel Martín como protagonista, dotado de una gran fotogenia, fuerza y naturalidad. Desgraciadamente, el resto del elenco -en casi su totalidad- no da la talla con interpretaciones que dejan una sensación amateur e inevitablemente que te sacan de la película. Tampoco ayuda el trazo grueso de las líneas de diálogo, así como cierto maniqueísmo que lastra las buenas intenciones del fime aunque, probablemente, los acontecimientos que suceden sean más realistas de lo que creemos.

Por desgracia, El Pastor pierde el rumbo cuando conduce a su rebaño por el camino de la obviedad y la estridencia, alejándose del naturismo que reivindica.

PUNTUACIÓN: 5

Pérez Yuste

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