'Beautiful Boy' y otras grandes películas recientes que exploran la adicción en todas sus formas

'Beautiful Boy' y otras grandes películas recientes que exploran la adicción en todas sus formas

Con motivo del estreno en España de ‘Beautiful Boy’, la estupenda nueva película del director belga Felix van Groeningen, nominado al Oscar con ‘Alabama Monroe’ (‘The Broken Circle Breakdown’, 2012), vamos a acercarnos a recientes relatos que han puesto el foco en adicciones, en todas sus formas.

El cine de la postmodernidad ha renovado la mirada, alejándola de los grandes discursos prototípicos de la modernidad; si nos detenemos en el tratamiento que se le da al cuerpo, mientras que en la modernidad era concebido como un puro mecanismo, ajeno a disociaciones, la representación posmoderna ha hecho hincapié en mostrar un cuerpo fragmentado y atestado por huellas del inconsciente. De este modo, el cuerpo ha pasado a convertirse en un lugar de tensiones.

Días De Vino y Rosas‘Días de vino y rosas’

Tensiones derivadas de profundos malestares existenciales que pueden degenerar en conductas extremas y el coqueteo con las adicciones. Aunque el cine clásico tiene grandes películas sobre este tema, como ‘Días de vino y rosas’ (Blake Edwards, 1962), sobre la adicción al alcohol, o ‘El hombre del brazo de oro’ (Otto Preminger, 1955), acerca de la adición a la heroína, vamos a centrarnos en películas de la posmodernidad, es decir, surgidas a partir de los años ochenta.

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Este cine posterior se fundamenta en la ambivalencia para mostrarnos viajes a los límites. Acostumbra a mostrarnos cuerpos hipervisivilizados, que en apariencia resultan gloriosos, pero que en el fondo están vacíos. Es el caso de la controvertida adicción al sexo, que el cine pocas veces ha abordado.

Shame‘Shame’

Un caso paradigmático sería ‘Shame’ (Steve McQueen, 2011), una película que nos relataba la doliente dependencia sexual de un ejecutivo neoyorkino. Brandon, al que interpreta Michael Fassbender, no podía evitar dejarse llevar por una pulsión enfermiza, que estaba oculta en un cuerpo esculpido a base de un narcisismo feroz.

‘Nymphomaniac’ (Lars von Trier, 2013) retoma la senda de ‘Shame’ pero haciendo de su protagonista una víctima de su propio cuerpo. Joe (Charlotte Gainsbourg) es incapaz de sentir cualquier tipo de emociones y pretenderá volver a hacerlo a través del sadomasoquismo, iniciando un turbador viaje de descubrimiento.

La adicción al juego comparte ese culto al ego con la dependencia sexual. El jugador compulsivo aprende a detectar las reacciones más imperceptibles en los otros jugadores, gracias a una creencia de inteligencia superior. Esto puede observarse en la entretenida ‘Rounders’ (John Dahl, 1998), donde su protagonista es un jugador de cartas provisto de una ambición y convicción en su victoria fuera de lo normal.

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No obstante, la definición de un comportamiento como adictivo depende tanto del sufrimiento individual como de la aceptación socio-cultural. Porque la adicción puede ser consecuencia de una necesidad incontrolable por suprimir un hastío interior. Todos buscamos nuestra felicidad pero en el día a día suceden situaciones desagradables y complejas que cada uno intenta sobrellevar como puede, con tal de alcanzar la realización personal.

Leaving Las Vegas‘Leaving Las Vegas’

«¿Jamás tuviste la sensación de que el mundo huyó, dejándote atrás? ¿Jamás tuviste la sensación de estar muy próximo a  perder la cabeza? Buscas a la vuelta de cada esquina con la esperanza que ella esté allí. Intentas hacerte el fuerte, fingir que no te importa. Pero no sirve de nada. Tienes que buscar hasta encontrar. O nunca encontrarás la paz.» – ‘Leaving Las Vegas’ (Mike Figgis, 1995).

Hay ocasiones en las que esa búsqueda se concentra en el ascenso económico. Enmarcado en la crisis financiera y la revisión del llamado «sueño americano», aparece el cuestionamiento del líder carismático o, simplemente, el exitoso. La estridente búsqueda de la prosperidad y su paulatina decadencia, reflejadas en el protagonista de ‘Pozos de ambición’ (‘There Will Be Blood’, Paul Thomas Anderson, 2007) o el millonario excéntrico y bipolar de ‘Foxcatcher’ (Bennet Miller, 2014), son solo dos ejemplos.

Sin embargo, para las clases bajas, el recurso a cualquier tipo de droga se erige muchas veces como una simple forma de supervivencia, como en la cruda ‘Felices dieciséis’ (‘Sweet Sixteen’, Ken Loach, 2002), o como un disfrute autodestructivo que tan bien ha reflejado el «cine quinqui», como la recomendable ‘7 vírgenes’ (Alberto Rodríguez, 2005). En definitiva, la adicción no es más que una forma ficticia de modificar el estado emocional para alcanzar una sensación de plenitud.

En la memorable ‘Trainspotting’ (Danny Boyle ,1996), Mark Renton, al que da vida Ewan McGregor, se introduce en un retrete repleto de suciedad y le parece que nada en un océano limpio con rocas en el fondo, cuando intenta recuperar su dosis extraviada. El adicto se construye así una realidad paralela, en la que ninguna de las dolorosas y monótonas rutinas diarias puede afectarle.

Aunque obviamente esta realidad paralela se acaba convirtiendo en una pesadilla si el adicto no retoma la ingesta necesaria, con lo que la dependencia acaba siendo la norma. En ‘Réquiem por un sueño’ (‘Requiem for a Dream’, Darren Aronofsky, 2000) hay una analogía entre el consumo televisivo y el de distintas sustancias. Cuando se consume desaparece el dolor pero, al desvanecerse el efecto, regresa incluso con más fuerza.

Si estas situaciones son protagonizadas por jóvenes, para los que la vida acaba prácticamente de comenzar, la situación se vuelve más dolorosa e incomprensible. Cuesta entender el porqué de estas conductas anómicas, aunque muchas veces la explicación se encuentra en traumas de la infancia que el silencio ha terminado por enquistar.

En los noventa destacan dos películas rodadas en español y, casualmente, con Juan Diego Botto como protagonista: ‘Historias del Kronen’ (Montxo Armendáriz, 1995) y ‘Martín (Hache)’ (Adolfo Aristarain, 1997). Ambas retrataban a una generación X autodestructiva e incapaz de creer en nada.

Historias Del Kronen

Por mucho que pase el tiempo, el cine continúa poniendo su lente sobre jóvenes desubicados, que ven en la adicción una forma de aliviar su malestar ante la incapacidad de encontrar su lugar en el mundo.

El italiano Bernardo Bertolucci lo mostraba en la hermética ‘Tú y yo’ (‘Io e te’, 2012) y hace poco se estrenaba la interesante ‘El regreso de Ben’ (‘Ben is Back’, Peter Hedges, 2018), acerca de las adicciones de un adolescente, víctima de una sociedad basada en el alivio rápido, y procedente de una familia de padre ausente. Tan profundo es el pozo en el que se ha metido el chico protagonista, que ni la profunda dedicación y el amor de su madre (Julia Roberts) parecen suficientes para salvarle.

Finalmente llegamos a ‘Beautiful boy’ (2018), una cinta sobre lo duro que resulta superar la adicción a las drogas. Lo curioso es que la familia protagonista de esta historia es de clase media y aparentemente tiene todo lo necesario para vivir felizmente. Sin embargo, el hijo mayor, al que da vida Timothée Chalamet, derrumbará el castillo de naipes con su dependencia.

Si en ‘El regreso de Ben’ la madre era la heroína incansable, en busca de una salvación para su primogénito, aquí la fuerza recae en el padre (Steve Carell) que ama con devoción a su hijo y no se derrumbará por muchas trabas que encuentre en su camino. Al fin y al cabo, de la adicción debe salir uno mismo, a base de sacrificio y fuerza de voluntad, pero tener un entorno capaz de enfrentarse a todo tipo de bestias por tu salvación, resulta clave para una recuperación, tal como plasma Van Groeningen en este cuidado y estimulante drama basado en hechos reales.

  • Un artículo de Laura Acosta.

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