Acantilado

Ocho años ha tardado Helena Taberna en levantar una película de ficción desde que en 2008 estrenase La buena nueva. Con Acantilado nos presenta su quinta película, la tercera de ficción, y sin abandonar su interés por el drama con tintes de thriller, se adentra por primera vez en el mundo de las sectas. En el fondo, un giro que no lo es tanto, ya que de un modo u otro todos sus largometrajes de ficción han ahondado en la idea del grupo/organización como fagocitador del individuo, ya fuese ETA, la Iglesia Católica o ahora una secta new age. Entidades que no toleran la discrepancia, a veces con consecuencias dramáticas.

Sin embargo, en Acantilado, adaptación libre de El contenido del silencio de Lucía Etxebarría, el protagonismo no recae en quien se rebela contra un grupo, sino en el hermano de una joven, Cordelia, cuyo paradero y estado son una incógnita tras producirse un suicidio colectivo de una secta de la que era miembro. Éste se trasladará al lugar de los hechos, en Canarias, donde investigará lo sucedido de forma paralela a la policía, con ayuda de una amiga de su hermana.

© Alfa Pictures© Alfa Pictures

© Alfa Pictures

A partir de aquí la película, construida de forma paralela entre la búsqueda y los flashbacks del relato de Cordelia, parece querer jugar varias opciones sin tomar ninguna como prioritaria. Por un lado es una historia que indaga en el distanciamiento entre seres queridos, en cómo un suceso traumático puede hacer derivar a cada uno a refugiarse y aislarse de formas muy distintas. Por otro lado trata de de construir un thriller más convencional a través del cual entender el funcionamiento de una secta y qué clase de circunstancias pueden llevar a alguien a entrar en ella. También intenta construir dos historias paralelas sobre la culpa, la del protagonista por distanciarse de la hermana y la de la policía por ciertas decisiones tomadas en su investigación. Todo ello sin dejar pasar la baza del amor/sexo surgido de la pérdida. Todo ello lleva a pensar (sin conocer el material original) que no quería desaprovecharse ninguna de las variantes posibles en una historia de este tipo, pero eso hace que ninguna de ellas coja el peso que podría haber tenido.

© Alfa Pictures© Alfa Pictures

© Alfa Pictures

Lo que si consigue Taberna es transmitir la sensación de extrañeza y aislamiento que emana el universo de las sectas gracias al juego que saca a los paisajes de Canarias y apoyándose en la fotografía de Javier Agirre, que ya demostró en Loreak su tino para la composición y para conseguir construir una fuerte sensación de intimidad e introspección emocional. Y es que en esta película, pese a contar con puntuales momentos de sintonía entre personajes, da la sensación de que cada uno vive en su pequeña isla de emociones contenidas, algo que sí que puede llevar a comprender la búsqueda de algo a veces tan complejo como la pertenencia y el cobijo en el lugar equivocado.

De algún modo, Acantilado prefiere explorar el desamparo que en ciertas personas puede ser la vía de entrada a soluciones desesperadas y fáciles, que los mecanismos y detalles que convierten a las sectas en una especie de horror cubierto de una pátina de luminosidad. Al final del relato éstas siguen siendo una incógnita y sólo nos queda claro que el dolor mal gestionado casi siempre desemboca en distintos tipos de soledad.

Powered by WPeMatico